En Hispanidad ya hemos hablado de Puy du Fou, ese parque temático diferente a cualquier otro, ubicado en Toledo y que ha tenido un éxito impresionante. Dedicado a la historia y fundado por el tradicionalista francés, Philippe de Villiers, que estaba un poco cansado de que la revolución francesa, uno de los periodos más homicidas y liberticidas de la historia de Francia, se contara como la lucha contra la opresión protagonizada por revolucionarios canonizables.

Mismamente, lo mismo que sucede en Iberia con la historia de España.

Y resulta que funciona. Nadie quiere oír otra cosa que lo políticamente correcto. A lo mejor es porque si nadie lo dice nadie puede escucharlo. Pero cuando lo escuchen exclaman aquello de "cómo no me he dado cuenta antes".

Un consejo: reserven ya sus entradas para marzo, cuando comenzará una nueva temporada de Puy du Fou.

Pero a lo que estamos. La historia que allí se escenifica está expuesta sin complejos y con verdad. En Puy du Fou se exhiben grandes montajes y otros muchos más modestos. Entre estos últimos, un pregón en un pueblo medieval, que une diversión y enjundia. En un momento dado, el pregonero solicita a la concurrencia que se acoja al forastero y se le otorgue "el mismo trato que él dispensa". Ni más ni menos.

Esto me recuerda otro mensaje, esta vez en el espectáculo dedicado a Rodrigo Díaz de Vivar, en el mismo Puy du Fou. En él se cita, a propósito del Cid, cuáles son los dos filos de la espada de un caballero: la justicia y la misericordia. En eso se resume todo el catecismo y toda la política católica. Y ojo, justicia y misericordia tienen que estar unidas. Misericordia y justicia significa otorgar el mismo trato que le dispensan.

El resto, son filantropías y las filantropías, por mentirosas, siempre acaban generando violencia.