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El antes y el después de nuestro tiempo está sujeto a circunstancias que rompen de alguna manera el día a día del hábito de convivencia política y social. En el caso de España, en los últimos 50 años, hemos vivido bloques de tiempos muy importantes.
El primer salto se dio con la muerte de Franco, que supuso una ventana de esperanza para muchas personas y la rotura del fondo y formas de otras muchas. Poco después llegó otro bloque: la Constitución Española, que irrumpió de forma bestial en el cambio de los paradigmas, en la manera de percibir la convivencia: desapareció la confesionalidad religiosa del Estado; surgieron partidos de izquierdas y de derechas, que rompieron la unidad ideológica de cuarenta años del ideario político de la masa. Luego, un trecho largo de años con gobiernos bipartidistas de derechas e izquierdas que se alternaron en el poder, hasta que llega el 11M, posiblemente la rotura más importante en el panorama político y social de España, en el que la frase de desde el 11M todo es 11M se explica con claridad y la perspectiva del tiempo lo que verdaderamente supuso.
El 11-S creó un mundo encogido y medioso, moldeado para una tiranía global
Cualquier persona, con algo de avidez e intuición puede ver que, efectivamente, nunca jamás las cosas han sido como lo fueron hasta antes de aquella fecha. Entre otras cosas porque desde que el gobierno del impresentable presidente Zapatero introdujo dos caballos de Troya que rompieron a la sociedad: las tesis de ideología de género -destruyendo a la persona- y el guerracivilsmo -destruyendo a la sociedad que ejemplarmente había pasado página-. Y por último, el tramo que vuelve a hacernos cambiar, es el actual: la pandemia, que ha culminado en un estado del miedo con el que se ha atenazado a la sociedad, crujiéndola entre el temor a la muerte y la angustia por la economía. Estamos siendo testigos de la caída al pesebrismo social del estado del bienestar.
Nos hemos convertido en una sociedad timorata, limosnera, que se conforma con que le sigan dando migajas a cambio de seguir viviendo como vivían, aunque ese como vivían, ya no volverá.
Ahora ha llegado la amenaza de muerte sanitaria: manda la OMS
Fuera de España, también abundan los giros dramáticos históricos y sociales. En general, lo que podemos llamar Occidente (Europa, América y Australia), que son quienes dominan el poder financiero mundial, también han tenido sus chantajes terroristas-emocionales... Desde el 11S en EEUU con George S. Bush -pasando por nuestro 11M con José María Aznar-, hasta los atentados islámicos en la Francia de 2016 con François Hollande y en Londres en 2019 con Boris Johnson, en las que hay que añadir las dos crisis financieras globales, que han supuesto de manera definitiva el ambiente de encogimiento y miedo, muy beneficioso solo para la estrategia del poder global.
El salto siguiente, después de apisonar a las sociedades del llamado primer mundo, con la amenaza de muerte sanitaria y, la más que posible pobreza (si llamamos pobreza a dejar de tener dos o más coches, veraneos milenarios, una o dos casas o más, y una cuenta saneada, porque si nos quedamos sin trabajo nos sostiene papá Estado), entonces sí, la amenaza de la pobreza es también una realidad. Ahora, el paso que se ha utilizado no es otro que el de la salud quebradiza, al borde de las líneas rojas de la muerte... Y, porque lo dice la OMS, denominamos pandemia, que asusta más. Todo esto ha propiciado un estado de alarma permanente que sube o baja según los intereses del NOM (Nuevo Orden Mundial), al que nos ponen la zanahoria de la vacuna por delante, en un casi ya, pero todavía no permanente. Un estado de angustia en el que vemos cómo la policía detiene y encarcela a personas sin mascarilla, cuando sin embargo no hay recursos legales para solucionar temas de flagrante injusticia como la okupación de viviendas. En definitiva, llegamos a la distopía tan anunciada en grandes obras de siglos pasados, y alguna también de este siglo XXI, que no está siendo tan cándido como nos lo pintaron.
¿Podemos anunciar ya el estado de terror para el definitivo EDM (Estado de Dominación Mundial)?
La decadencia de las columnas jónicas (Sekotia) de José Antonio Fortea. Libros que nunca leerán los políticos, al menos los políticos del sistema dominante, porque no quieren alterar su mala conciencia y entrar en debate consigo mismos sobre lo que debieran hacer con ese poder que le da el pueblo para mejorar la política y las tramas de poder que les confiere su situación. Este breve ensayo sobre cómo debiera estar realmente estipulado el Estado legislativo es una idea utópica que no pasará de ser eso… ¡una idea utópica! Sin embargo, para el lector interesado en cómo debieran ser las instituciones de poder, sí puede ayudarle a fabular, o confabular, otras ideas posibles.
Templarios, masonería y Nuevo Orden Mundial (Sepha) de Miguel Ángel Nogales. Poco se ha hablado de este libro y pocos conocen su contenido, porque no es un libro más sobre masones... Se trata más bien de una estructura que pone en negro sobre blanco la estructura de poder que se ha instalado y sigue haciéndolo hasta llegar a lo que hoy conocemos y cada vez es más descarado. Solo que el sistema mundial global se ha encargado de crear una masa acrítica, maleable, que no dice nada y está dispuesta, como el perro del pastor, a comer los restos de la comida que le sobra a su amo.
La crisis social de nuestro tiempo (El buey mudo) de Wilhelm Röpke. Esta obra presenta los agujeros negros que ya en tiempos del autor se propiciaban por un cambio de los tiempos, donde fundamentalmente el ser humano se encaminaba a un sistema neoliberal de una economía sin escalas, donde el dinero era quien daba razón de lo que debían ser las cosas, donde la persona era una máquina de carne que producía o se cambiaba como quien lo hacía en una maquina de acero. Una obra importante que profundiza en razones de carácter moral y económico y donde se rebela a creer que ambas no son compatibles. Röpke reclama la necesidad de una tercera vía “ni demasiado amplia ni demasiado estrecha” como propósito para “superar esa estéril alternativa entre laissez-faire y colectivismo”.