Los colegios, sobre todo los públicos, se están convirtiendo en centros de perversión de menores a través de la ideología de género y en los que se reescribe la historia. Esa ruptura de la inocencia infantil me parece una de las mayores tragedias de nuestro tiempo.

Este es el momento adecuado, por tanto, para retomar la apuesta por el cheque escolar. Sólo Vox llevaba el bono escolar en su programa electoral para las últimas elecciones de 2019. Pero, a lo largo de la legislatura, no le he visto ahondar mucho en su mejor propuesta.

El cheque escolar se lo entregaría el Estado a los padres y cubriría el coste total de la educación de su hijo. Con él, los padres elegirían el colegio que prefieren para sus hijos. 

Es decir, el poder educativo pasa de los políticos, o de los empresarios de la educación, a los padres. Y de paso, podríamos comprobar cómo una multitud de padres se empeña en llevar a sus hijos a los pérfidos colegios concertados o privados, simplemente porque son mejores.

¿Que el cheque escolar es difícil de aplicar? Por supuesto. Entre otras cosas porque amenaza con dejar en el paro a muchos empleados de la alabada escuela pública. Los buenos colegios tendrían que vetar entradas y los malos se quedarían con los alumnos que no quisieran los buenos. 

¿Qué costaría más dinero? De eso no estoy tan seguro. Recuerden que el coste del puesto escolar público es de 6.000 euros mientras en la enseñanza privada apenas supera los 3.000

Y, por supuesto, cuando le das el poder a los padres, que son los que tienen que decidir cómo se educa a sus hijos, cuando la supervivencia de un negocio depende del cliente, entonces la ideología de género desaparece como por arte de magia de las aulas y los destrozadores de la inocencia infantil tendrán que dedicarse a otra cosa.