¿Se acuerdan cuando en los años 90 decíamos felizmente aquello de "aldea global" como si recitáramos el estribillo de una canción de David el gnomo? Pues bien, eso es lo que ahora seguimos llamando  globalización, y todavía de forma un tanto ingenua, casi como si fuese un atractivo vídeo juego. La globalización ha sido siempre una tendencia humana. Es cierto que según la época de la historia, las herramientas disponibles y la intención del ser humano ha marcado la diferencia. Pero si algo define a la globalización de nuestra era es la de neutralizar a la persona a través de corromper su cultura y el sentido de identidad, porque, una vez desasido del origen de sus raíces, es más fácil manipularle. La globalización del poder, en su definición más exacta de organizar la libertad de los hombres con la pérdida parcial o total de esta, o dicho de otra forma, poseer al ser humano bajo su régimen de pensamiento independientemente de lo que estés o no de acuerdo con la forma de pensar dominante. Esa ha sido, y no otra, la ambición de poseer al mundo, conquistar tierras y países. Desde la Roma imperial hasta la expansión del comunismo, pasando por el nazismo, todos sus líderes han querido sujetar al ser humano dentro de su globalización, cuyo objetivo fue siempre dominar al mundo. La globalización de las ideas es otra manera de comprender la idea de globalización, quizá la más sutil y, según cual, la más peligrosa y sibilina. La Iglesia ha sido, y es, el ejemplo del máximo poder de globalización de las ideas. Sin duda, su mensaje ha calado en la humanidad generación tras generación porque propone la transcendencia de unos seres a otros a través del amor y la esperanza de un bien mayor. Ninguna otra ha conseguido algo similar, sólo sucedáneos que surgen con la fuerza que procuran las modas o modernismos, para desaparecer en un tiempo relativamente corto. Quizá sea que a diferencia del mensaje de Cristo, el resto de las ideas pretenden servirse de la buena fe de la sociedad para usarla en beneficio propio de unos pocos. Esa es la diferencia entre una idea y una ideología, que la segunda pretende usar el pensamiento para manipular, dirigir o someter a otra parte de la sociedad. La más aberrante de todas las últimas tendencias ideológicas contra las que hoy le toca combatir al ser humano sea la ideología de género de la que en Hispanidad se hablaba abundantemente, con nada menos que unas 300 entradas. En este aspecto, los directores del mundo globalizado saben que no pueden dejar al ser humano huérfano de una creencia que le haga mirar en el más allá y cada vez se impone con más fuerza la religión de religiones: el New Age. New Age, desvelando la falsa religión muestra las formas y componendas de esta moda que toca todos los palos, la ropa, la  música, la meditación como el yoga y el buenismo ecologista para seducir a una sociedad cada vez más vaciada de creencias y conocimientos. La globalización de las tecnologías es otra de las patas que más está sacudiendo a la sociedad. Con todas las ventajas que aporta al desarrollo científico y a la industrialización, también está desbancando a otros muchos, cada vez más lejos de ser -y sentirse- útiles a la sociedad, desposeyendo al ser humano de uno de sus rasgos más importantes para ser íntegramente humano: trabajar. Una sociedad que ha girado en los últimos siglos de trabajado manual y artesano a la sociedad del ocio. Personas que deben seguir viviendo pero que no encuentran dónde encontrar sus recursos porque ya hay máquinas que los hacen por ellos. Quizá el experimento finlandés de dar una cuota "gratuita" a 2.000 personas entre los 25 y los 58 años debiera considerarse como un posible tubo de ensayo del pretendido Mundo feliz, de Aldous Huxley. La globalización de la economía es el gran banquete de los ricos, las ricas multinacionales y el mundo financiero. A través de sus franquicias, acumulan poder de mercado y por lo tanto integrar en la globalización a una masa cada vez más sujeta al consumo desenfrenado y supuestas necesidades como la ropa de moda, los viajes, coches, joyas o las tecnologías móviles. Un mundo cada vez más sostenido en la banca nacional e internacional, donde los Estados obligan al ciudadano a pasar por caja de las entidades para sus registros fiscales, los ingresos, ahorros, etc. Un mundo que pretende polarizar la economía entre dos monstruos como el dólar o el euro, dejando fuera de juego a países emergentes que les obligan a pasar por sus aranceles si quieren participar en el monopoli de la riqueza global, o quedarse solos en casa y sin amigos. Y para terminar trataremos la globalización de la información, sin duda la más importante de todas porque es el verdadero lubricante de los demás fenómenos globalizantes, que de forma desinteresada y en defensa de la verdad influyen en el individuo creando un estado de opinión interesada. Curiosamente, poderosos grupos de comunicación internacionales que participan de forma directa o indirecta en las anteriores globalizaciones, informan en tiempo real -o no- de sucesos. O sencillamente no informan de nada. La derrota de la globalización (Mandala Ediciones), de Manuel Galiana. El autor expone en esta obra -quizá de una forma un poco desmesurada- las tesis de la conspiración de las grandes empresas para la dominación del mundo por medio de diversos canales de coacción al individuo dentro de la sociedad a la que pertenece: finanzas, ecología y sentimentalismo ideológico pone de manifiesto el interés excesivo de la globalización mundial. Quizá no sea el libro más sosegado que hay y termine tomando una tila, pero es que hay veces que debemos tomar un despertizante, ¡ya me entiende...! rEvolución (Sekotia), de Roman Cendoya. Quizá sea uno de los trabajos de ensayo más curiosos que se han realizado en los últimos años. En cierta forma es un estudio de observación de cómo la sociedad ha evolucionado según las generaciones que se han ido enfrentando a los avances tecnológicos. Desde este punto de vista es un tratado antropológico-tecnológico, y que estudia las capacidades intelectuales, las habilidades personales y por lo tanto su manera de comprender el mundo que le rodea. Dividida la sociedad entre grandes grupos: prebotónicos, botónicos y táctiles, Cendoya va descubriendo al lector aspectos muy concretos de un mundo global y cómo estamos o no dispuestos a aceptarlos desde el punto de vista de nuestra capacidad de asunción en las fronteras de nuestras capacidades. Señor del Mundo (Astor), de Robert Hugh Benson. Si hay una novela que presenta de forma eficaz y bastante real la pretensión de la globalización del poder hoy, es precisamente esta. Y no será tan conspiranóica cuando el propio Papa Francisco la recomendó hace unos años como lectura recomendable, para ver si algunos se enteran de una vez de lo que pasa bajo las baldosas de nuestras calles y salen del mundo de Yupi en que se han instalado y se dejan traer y llevar felizmente. Una novela intrigante que no exagera cuando plantea que la sociedad está alejada de Dios cuando está globalizada y tecnologizada, es decir, sin alma. Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013