El Consejo Escolar del Estado ha emitido un dictamen sobre el nuevo currículo de Bachillerato que el Gobierno de Pedro Sánchez tiene previsto aprobar en las próximas semanas donde sugiere que los alumnos no estudien «la guerra civil» sino «la guerra del 36».

Este organismo, máximo órgano consultivo del Ejecutivo en materia de educación, prefiere que los jóvenes de 16 y 17 años no estudien, en el marco de la asignatura de Historia de España, la «guerra civil» española, sino que prefiere hacer referencia a la «guerra del 36».

Una recomendación, a la que ha tenido acceso OK diario, que resulta sorprendente porque el término «guerra civil» está mucho más extendido para hacer referencia al conflicto que vivió España entre 1936 y 1939 entre el bando republicano y el bando nacional que el de «guerra del 36», que parece sólo hacer referencia al momento en el que se levantó en armas el bando nacional.

En concreto, lo que quiere cambiar el Consejo Escolar es cuando en el currículo de Bachillerato dice «la guerra civil y el franquismo dan cuenta del grado de violencia que pueden adquirir los conflictos y las consecuencias del uso dictatorial del poder, experiencias traumáticas y dolorosas que deben conocerse con rigor para que nunca más vuelvan a suceder» poner «guerra del 36». Así, articula de la siguiente manera este párrafo: «Emplear el rigor metodológico de la historia en el estudio de las grandes reformas estructurales que acometió la II República, identificando sus logros y las reacciones antidemocráticas que se produjeron y que derivaron en el golpe de Estado de 1936, aproximándose a la historiografía sobre la guerra del 36 y al marco conceptual del estudio de los sistemas totalitarios y autoritarios a través de la interpretación de la evolución del franquismo».

Respecto a algunos ejemplos del grado de violencia de la guerra civil, bastaría fijarse en los 1.915 santos y beatos mártires perseguidos por su condición de religiosos católicos durante la Segunda República y la Guerra Civil, cuyos verdugos fueron los socialistas, los comunistas y los anarquistas, mientras que sus aliados, los católicos del PNV miraban para otro lado, a cambio de que los que estaban asesinando a los católicos les concedieran un estatuto para que su terruño fuera independiente de España. Por eso, tal como apunta el Catedrático de Historia, Javier Paredes, haría muy bien Sánchez en condenar el comportamiento de su partido en el pasado -en lugar de tratar de borrar la Historia- porque si mantiene su aprobación de la historia del PSOE sin matices, alguien podría acusarle de complicidad con el golpe de Estado de 1934, con el pucherazo electoral de febrero de 1936 y con los asesinatos de miles de católicos españoles.