España se enfrenta a un gran problema: el ritmo vital ha descendido hasta extremos preocupantes. El país huele a indolencia y a nostalgia. Sí, mucho activismo y poca actividad. Es como un corcho de cava que salta, tras tantas semanas de restricciones, pero sin objetivo. Es una España a ritmo lento, sin hoja de ruta, satisfecha de haber sobrevivido aunque no sepa por qué. Y encima la reacción ante el virus ha provocado histeria, un mal complemento de la melancolía.

En España crecen, por ahora poco, las infecciones, pero en otros países, igualmente supervacunados, como Gran Bretaña o Alemania, los contagios se disparan

En el entretanto, los augures vuelven a meter miedo. En España crecen, por ahora poco, las infecciones, pero en otros países, igualmente supervacunados, como Gran Bretaña o Alemania, los contagios se disparan. Incluso se ha creado una convicción creciente de que el virus es para siempre, que nunca podremos librarnos de él y que, a través de unas lamentables oscilaciones, esto no tiene remedio.

Esto no es acostumbrarse a convivir con el virus, esto es rendirse al virus. La reacción ante el virus ha provocado histeria, un mal complemento

Todo muy alegre y, encima, a ritmo lento. Esto no es acostumbrarse a convivir con el virus, esto es rendirse ante el virus. Porque de algo hay que morir pero de nosotros depende cómo vivir.

De algo hay que morir pero de nosotros depende cómo vivir

Además, en España crecen, por ahora poco, las infecciones, pero en otros países, igualmente supervacunados, como Gran Bretaña o Alemania, los contagios se disparan. ¿Estamos preparados?