Me encanta los memes. El de San Jorge y el dragón suegra, con el virus de antígenos incluido, revela todo el ridi en el que nos hemos sumergido con el coronavirus. Un buen meme vale mucho más que 100 malos editoriales.

El miedo al Covid, además, ha servido para que, desde dentro de la misma jerarquía eclesiástica, se haya forzado a los católicos, en nombre de la salud, a no recibir los sacramentos. Ya en 2020, Carlos López, obispo de Salamanca, denunció que se estaba prohibiendo la entrada de sacerdotes en los asilos para administrar sacramentos a los ancianos.

Todo ello por miedo. Hombre resulta un tanto llamativo que sólo unos pocos obispos, entre ellos el de Alicante, José Ignacio Munilla, prescindieran de la mascarilla-bozal durante la última asamblea de la Conferencia Episcopal.

Para mí que este es un virus un tanto ateazo, de un agnosticismo grave y pomposo. Y ya se sabe que el demonio se precipitó a los infiernos por la fuerza de la gravedad.