Con dos bemoles y un palito, Pablo VI lanzó un 25 de julio de 1968, dos meses después del mayo francés, la encíclica Humanae Vitae, conocida como el no a la píldora anticonceptiva que, en aquellos momentos constituía el gran objetivo progresista, también del progresismo clerical, y que constituyó el comienzo de la época de la Gran Tribulación, hoy conocida como era de la ideología de género.

Pablo VI, contra el parecer, incluso de muchos eclesiásticos -sirva de experiencia para lo que ocurre hoy- prohibió el uso de la píldora anti-baby con una encíclica que luego ha tratado de ser retorcida e interpretada dolosamente... incluso por teólogos muy serios y por directores espirituales ortodoxos. Ya saben, hombre, en algunos casos, para regularizar el ciclo menstrual femenino y si la intención primera no es evitar la concepción de hijos... falacias. Pablo VI lo dejó bien claro: con anticonceptivos no se pueden mantener relaciones sexuales. 

Y por si no había quedado suficientemente clara con San Pablo VI -que sí lo había dejado claro- la prohibición de todo tipo de anticonceptivo, San Juan Pablo II, con la Familiaris Consortio (1981, número 32), ratificaba a Pablo VI y declaraba intrínsecamente deshonesto “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación”.

La mujer actual no es el segundo sexo sino la segunda víctima de una era de sangre en la que el Nuevo Orden Mundial (NOM) le ha arrebatado la feminidad y convertido en una zombi que reniega de su naturaleza

En 2023, 55 años después, por cuanto medio siglo largo después de la Humanae Vitae, estamos en la transición desde el aborto quirúrgico, cada día más minoritario, aunque sea del que más se habla, al aborto químico, con píldoras abortivas avanzadas, capaces de matar al inocente, sin necesidad de ver a la víctima, hasta en la mismísima víspera del parto.

Y es que, el aborto quirúrgico, el de los abortorios, siempre se topa con el mismo problema: ¡pero si esto que estamos matando es un niño! Así que los laboratorios han decidido que el futuro de su negocio de muerte está en el aborto químico, en píldoras aún más abortivas que los anticonceptivos y que han llamado, en un alarde de originalidad, aunque con ganas de engañar, píldora abortiva. Con ganas de engañar, sí, porque sus antibabys también son potencialmente abortivos. Sólo que ahora se han quitado la careta y ya son píldoras abortivas, por decirlo así, de pleno derecho.

Ahora bien, en las consecuencias de esta matanza de niños sobre la segunda víctima del aborto, que es la mujer, con palabras de... la Humanae Vitae (punto 17): “Podría también tomarse que el hombre, habituando al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como compañera respetada y amada”. 

A fin de cuentas, asegura el Papa Montini: “No se necesita mucha experiencia para conocer la debilidad humana y para comprender que los hombres, especialmente los jóvenes, tan vulnerables en este punto, tienen necesidad de aliento para ser fieles a la ley moral y no se les quede ofrecer cualquier medio fácil para burlar su observancia”.

¿El aborto un derecho de la mujer? ¡Pero si es lo que le condena a una vida miserable!

Reparemos de nuevo en la segunda víctima, que no el segundo sexo, del aborto: la anticoncepción afecta más a la mujer que al hombre, que sería la tercera víctima. No hablo de fisiología, que también, sino porque la sexualidad femenina se opone a la utilización como un objeto de placer por el varón. Y encima, un varón que se comporta con su mujer como un objeto con el que fornicar -y me temo que no hablo de unas pocas excepciones- no ama a su esposa. Hazme caso, novia, no te comprometas con él: no merece la pena.

Y aquí caben dos reacciones de la mujer: o renuncia a su condición y se hace feminista, esto es, cómplice del varón o se asegura de que el hombre que cohabita con ella está abierto a los hijos: será la prueba del nueve de que realmente es amada y no utilizada.

La mujer actual no es el segundo sexo, es la segunda víctima de una era de sangre en la que el Nuevo Orden Mundial (NOM) le ha arrebatado la feminidad para convertirla en una zombi que reniega de la maternidad. Con ello, por lo menos se pierde una de sus glorias: ser madre. La otra sí, es la virginidad. Y sí, se pueden poseer ambas glorias al mismo tiempo: la virginidad primera se dignifica aún más cuando se rompe por amor mientras la maternidad constituye la cadena más gloriosa a la que puede aspirar la mitad de la humanidad. La otra mitad debe conformarse con la paternidad... que es mucho pero es menos.