
¿A la tercera va la vencida? La discusión sobre el futuro estratégico de Europa ha alcanzado un punto de inflexión decisivo la semana pasada. Tres figuras de peso global de distintas ideologías —Donald Trump, presidente estadounidense; Mario Draghi, ex-jefe del Banco Central Europeo; y Tony Blair, ex-Primer Ministro británico— han elaborado tres informes diferentes en poco tiempo que, aunque provienen de perspectivas radicalmente opuestas y persiguen objetivos finales divergentes, comparten un diagnóstico subyacente de extrema gravedad: Europa debe despertar de su apatía y definir urgentemente su camino fortaleciendo drásticamente su posición global o se arriesga a una "lenta agonía" y decadencia irreversible.
Las crecientes presiones geopolíticas y geofísicas en distintos puntos del globo que afectan a Europa y la acelerada competencia económica global, en especial de China, son suficientemente alarmantes para habernos hecho despertar en el viejo continente hace tiempo y devuelto al pragmatismo y al espíritu reformista sin tanta presión confiscatoria.
La necesidad de un cambio estructural masivo y rápido en Europa es la conclusión unánime de estos tres aliados en sus respectivos informes dados a conocer recientemente. Es el turno por tanto de Europa y las instituciones que capitanea la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen que parece relativizar tan oscuro escenario por la escasa atención que presta hasta ahora, no pudiendo ignorar por más tiempo el llamamiento unánime a la acción. La pelota está en el tejado de Bruselas aunque de la troika actual (Comisión, Consejo y Parlamento europeos) no se espera gran cosa.
La preocupación central de los tres ponentes de tan dispar ideología es la pérdida progresiva de competitividad de la Unión Europea y de influencia geopolítica. Draghi, en su informe "Una Brújula para la Competitividad", lo diagnostica sin ambages, señalando que Europa se está quedando atrás de EE.UU. y China en términos de productividad e innovación. Para él, la inacción no solo es un riesgo, sino una sentencia: "Europa se condena a una lenta agonía" si no actúa con decisión. De esto hace un año y la UE sigue velando al moribundo.
Esta crítica a la actitud autista europea también es señalada por Blair, que en otro documento público titulado “Gobernar en la era de la IA” del mes de septiembre exige además un incremento drástico del gasto en I+D+i e inversiones masivas en IA como prioridad absoluta del presupuesto de la UE, así como una estrategia clara para hacer que las instituciones universitarias europeas sean verdaderamente competitivas a nivel mundial. El informe Blair propone abrir polos tecnológicos regionales europeos en todo el mundo, dotados de tecnólogos y diplomáticos, para promover una arquitectura tecnológica europea. El cuerpo diplomático europeo con certeza debe de gozar de unas mayores competencias digitales y tecnológicas que hoy carecen y emplean muy tímidamente, como es el caso de España y otras cancillerías.
Sorprendentemente, Trump, desde su óptica proteccionista y "America First", en su informe titulado “Estrategia de Seguridad Nacional 2025” presentado en Washington hace apenas unos días, coincide al señalar la "asfixia regulatoria" europea (osea burocracia) como un obstáculo a la competitividad y el causante de su acelerada desindustrialización. Uno de los objetivos principales de EE.UU. hacia Europa se centran en restablecer la estabilidad estratégica con Rusia, promover la autosuficiencia europea en defensa y fomentar la "revitalización del espíritu" y el "carácter individual" de las naciones europeas.
Otro pilar coincidente de las tres figuras respecto a la crisis existencial de Europa es la seguridad europea y la autonomía. Todos ellos reconocen que la reducción de las dependencias externas (sea de Rusia o China entre otros) es primordial. Draghi propone que aumentar la seguridad sea un "imperativo transformacional" para reducir las "dependencias excesivas" en áreas críticas. Blair aboga específicamente por una política energética común que garantice la sostenibilidad y la seguridad. Por su parte, a Trump no le falta razón cuando insiste en que Europa debe valerse por sí misma y asumir la responsabilidad principal de su propia defensa, promoviendo la "distribución de la carga militar”.
Aunque dicho anuncio es reiterativo, hay países como España que pacta formalmente elevar el gasto de defensa al 5% del PIB y así lo refrenda en la última cumbre de la OTAN, pero de vuelta a casa dice negarse a cumplirlo, faltando así a la palabra dada y a la solidaridad atlántica.
Si bien se constata una amplia convergencia de los tres distintos informes elaborados por Trump, Draghi y Blair, en algunas soluciones propuestas difieren aunque no dejan de ser válidas para poner en marcha sin más demora.
El informe del italiano Mario Draghi (ex presidente del consejo de ministros italiano) presentado hace más de un año se enfoca en impulsar la productividad mediante una profunda reforma financiera y regulatoria, movilizando capital y simplificando normas comunitarias (el exceso exagerado de grasa burocrática). Su propuesta más ambiciosa para Europa es la Unión de Ahorro e Inversión con el fin de atraer capital privado y canalizar los enormes ahorros de los hogares europeos —que actualmente se invierten en gran medida fuera de la UE— hacia sectores estratégicos de crecimiento dentro del Mercado Único. Complementariamente propone el "Régimen 28º": un marco legal unificado y simplificado en derecho corporativo, insolvencia, legislación laboral y fiscal, que permitiría a las empresas innovadoras operar con un único conjunto de reglas armonizadas en toda la UE, superando la fragmentación actual. Para llevar a cabo la triple transición (ecológica, digital y de seguridad), estima que la UE necesita realizar una inversión adicional de 750.000 a 800.000 millones de euros hasta 2030.
La visión del presidente norteamericano Trump, marcada por recuperar el liderazgo global en todos los planos geoestratégicos siguiendo el principio de "América Primero", puede resultar ser la más “agresiva” hacia los intereses comunitarios porque reprocha abiertamente a sus líderes europeos no solo la falta de liderazgo sino sobre todo de iniciativas proactivas multidisciplinares y de consenso para atajar conflictos que le hagan recuperar el liderazgo de otros tiempos.
Su propuesta más notable es el Compromiso de La Haya y el aumento del gasto de defensa al 5% del PIB. Esto busca un traslado significativo y rápido de la carga financiera de la defensa europea a los estados miembros. Además, prioriza la negociación de un cese de hostilidades acelerado en Ucrania para restablecer la estabilidad estratégica con Rusia y estabilizar las economías europeas si no quieren enfrentarse a una nueva ola migratoria de refugiados ucranianos como en el pasado.
EL TIEMPO DE LA PRÓRROGA SE ACABA, TAMBIÉN PARA ESPAÑA
Trump enmarca el problema de Europa en una preocupación por la decadencia cultural ("desaparición civilizacional" lo llama) causada por la masiva migración, retroceso de derechos básicos con los principios woke y aumento de la inseguridad ciudadana y actos violentos, vinculando así la seguridad exterior con la protección de la soberanía cultural. “Si las tendencias persisten, el (viejo) continente podría volverse irreconocible en 20 años o menos”, añade el informe estratégico de Trump.
Por último, una de las menos aireadas propuestas en la opinión pública, la del ex premier británico laboralista Tony Blair desde su Instituto TBI, se centra en la innovación y el capital humano para lograr la soberanía digital en Europa:
“Hoy los debates europeos confunden demasiado a menudo la soberanía digital con la autarquía, la creencia de que debemos construir alternativas domésticas para cada tecnología. Esto es económicamente inviable y estratégicamente confuso, la verdadera soberanía no trata de propiedad, sino de capacidad de influencia y elección", destaca el informe.
Demanda que una mayor proporción del presupuesto de la UE se destine directamente a I+D+i, y exige una acción inmediata para mejorar la competitividad de las universidades europeas, que se distancian cada vez más de sus competidores en América, China o India. Según Blair, la UE debería ejecutar un Paquete Omnibus Digital para "simplificar la presentación de informes, armonizar la aplicación y agilizar la regulación en todos los Estados miembros". Sugiere la creación de un Consejo Europeo de Investigación Científica (European Research Council) coordinado, modelado a semejanza de la Fundación Nacional de la Ciencia Americana (NSF), para gestionar y centralizar la investigación de vanguardia.
Por si fuera poco, afirma que es hora de crear una bolsa de empleo de ámbito continental y modernizar los mercados laborales, aunque por desgracia, hasta la fecha no ha recibido en la UE la atención que merece. España, pese a los parches en reformas laborales del actual gobierno social-comunista, sigue fracasando por liderar –aún registrando crecimiento del PIB– el ranking europeo en desempleo, paro juvenil y de larga duración. Europa no se puede permitir el lujo de maltratar el talento nacional (juvenil y senior) como hace España y en su lugar pretender suplirlo con miles de migrantes llegados en patera sin apenas capacitación escolar.
Aunque existe un consenso aparente de estas tres figuras influyentes sobre la necesidad de reformas estructurales radicales en la vieja Europa, hay ciertas pequeñas divergencias en cuanto a la metodología: desde la desregulación capitalista de Trump hasta la armonización impulsada por el Estado de Draghi y el énfasis en la innovación de Blair.
Pese a eso, todos ellos hacen una apelación urgente a la clase dirigente europea para que no siga ignorando el llamamiento unánime a la acción porque Europa y la UE se exponen a una serie de riesgos existenciales en el corto y medio plazo, poniendo en peligro no solo su prosperidad económica sino la supervivencia de su modelo social así como su relevancia geopolítica. En especial peligra caer en un estancamiento de la economía, el deterioro del Estado de bienestar, la pérdida de identidad cultural, aumento de la precariedad social, de la desigualdad y, por ende, de sufrir vulnerabilidad democrática.
Así lo ha expresado abiertamente también el vicepresidente norteamericano, JD Vance, en una entrevista esta semana a la cadena de TV Fox News: “Lo vemos todos los días: la mayor causa de violencia en las sociedades europeas es la migración masiva (...) La gente conduce coches contra multitudes y la respuesta de los gobiernos europeos es silenciar y aislar a su propia ciudadanía”.
Ante tantas alarmas y señales de socorro (SOS), parece mentira la desconexión entre las élites burócratas con los pueblos europeos. Y lo que es más grave: que los propios agentes sociales como sindicatos, movimientos juveniles, medios de comunicación, colectivos de toda índole no exijan –en el tiempo de descuento– actuaciones inmediatas a sus gobernantes en toda la UE. Por el contrario, toleren centrar el debate en minucias ideológicas, como es el caso de España que se resiste a acometer reformas estructurales y no solo coyunturales por fantasear con el “Scholzismo” (en alusión al ex canciller socialdemócrata alemán Olaf Scholz), práctica muy extendida por toda la UE que cree solucionar los problemas dejando pasar el tiempo.
Prueba de la decadencia cultural europea lo encontramos en otro ejemplo: En ningún otro país de la UE regalamos el pasaporte sin apenas hablar español y hasta un millón de carnets de conducir a marroquíes sin pasar por la DGT, como denuncia el partido Podemos ahora que ya no está en el gobierno y nada sospechoso de ser trumpista.









