Seguramente ya habrá visto y oído las noticias que corren acerca de la restauración 'exprés' de una de las imágenes de mayor devoción en Sevilla, Nuestra Señora de la Esperanza Macarena.

La imagen estuvo cinco días retirada del culto para ser intervenida por el profesor Arquillo, a primera hora de la mañana del sábado, la hermandad publicaba las imágenes de la imagen restaurada, antes de abrir la basílica. La polémica no tardó en saltar, la cara estaba más limpia, la tez era más clara, la expresión diferente y unas pestañas postizas aparecían en los ojos de la Virgen. 

La hermandad abrió las puertas y ante el aluvión de críticas cerró las puertas de la basílica una hora antes de lo previsto, procedió a retirar las pestañas, interveción realizada por Esteban Sánchez Rosado. Pidieron perdón, y el lunes, que organizaron una misa de Acción de Gracias, realizaron una tercera intervención, trabajo que duró toda la noche. Ahora la hermandad ha decidido no dar más explicaciones. 

Hasta aquí la cronología de la historia, y ustedes se preguntarán: ¿tanto por unas pestañas? Pero el asunto no está en las pestañas, eso es lo de menos, lo de más es que estamos ante otra blasfemia y, de nuevo, desde dentro de la propia Iglesia. 

El rostro tradicional de la Esperanza es una imagen con una belleza casi adolescente, con una expresividad que pocas veces se ve, muestra una Virgen dolorosa, una madre que está viendo el sufrimiento de un hijo, al que acompaña hasta la muerte. La cabeza recta, pero la mirada hacia el suelo, cejas arqueadas, párpados hinchados y mejillas enrojecidas que reflejan ese dolor y esa angustia ante la muerte de Jesús. Cinco lágrimas que simbolizan las cinco angustias caen por su rostro. En definitiva, estamos ante una advocación de una Virgen Dolorosa, al menos, hasta ahora. 

El debate real entre los sevillanos está alejado de las pestañas o el nuevo cuello, no es una cuestión de arte, ni de bonito de ni de feo, pero ya se sabe, quien centra el debate, gana el debate. 

Que quede claro: da igual si en la imagen se aclara más o menos la piel, aquí estamos ante la blasfemia contra el Espíritu Santo. Esto de artístico e inocente no tiene nada. Es un nuevo salto adelante: ya no se trata de ridiculizar La Pasión de Cristo, a lo que nos hemos casi acostumbrado cada vez que se acerca la Semana Santa, ya no se trata de negar a Dios, sino de adorar a la bestia. En este caso, eliminando la expresión de dolor y tristeza de la Virgen, ocultando su sufrimiento ante La Pasión de su propio hijo. 

La restauración es artísticamente opinable, pero ante todo supone una blasfemia. Supone la degeneración de la Pasión, del dolor, del papel de María, en Sevilla y en toda España, me temo. 

Pero lo peor es que los católicos permitamos la blasfemia, la única violencia que el hombre puede ejercer contra Dios manoseando su nombre…Recordando a Chesterton, que ya saben que somos habituales en Hispanidad: tenemos un Dios que sabe cómo salir del sepulcro. ¿Lo mínimo? no manosear su nombre y defenderle cuando agentes externos vienen a perturbar su nombre.

Y cuidado porque esto no es la primera vez que pasa, también en Sevilla, hace un año, con el cartelito de un Cristo "dulce y tierno" para la Semana Santa. 

En cualquier caso, si el mundo tiene esperanza es porque una mujer dijo 'sí, aquí estoy para hacer tu voluntad. Aquí está la esclava'. Es la madre del Señor, es la madre de Dios. Es la madre de todo lo divino. Es la madre de la Esperanza. Es la que además de dar a luz a su hijo, le sigue como su fiel discípula, y lo acompaña hasta su muerte a los pies de la cruz. Ella nos enseña a decir sí, aunque todo el mundo diga lo contrario. Aunque lo sentencien. Ella dijo sí. Y a esa mujer es a la que ahora le han cambiado la cara y negado su dolor.