Ya he dicho muchas veces que la actual situación de la Iglesia -que sí, que atraviesa la mayor crisis de toda su historia- se explica como de molde con el siguiente dibujo: cada vez hay menos gente -y me temo que más descuidada- en misa de domingo y cada vez hay más gente en misa de diario. Sí, los que acuden a la Eucaristía todos los días continúan siendo menos que los otros, pero porcentualmente crecen mucho más deprisa. Es el mismo ejército, pequeño, de almas-víctima del que hablan las profecías. Sí, en el siglo XXI también hay profetas, sólo que no salen en la prensa.

Con un añadido inquietante: la gente que comulga los domingos sigue siendo la misma que hace 25 años pero hoy se confiesa la mitad que hace un cuarto de siglo. Ahí lo dejo. 

Todo esto está directamente relacionado con el resumen que hacía Benedicto XVI sobre la Iglesia del nuevo milenio: un catolicismo que había dejado de ser mayoritario pero en el que la minoría que lo sustentaba era más leal a Cristo. Conste que se trata de una afirmación tan rigurosa como poco consoladora, si atendemos aquello de San Josemaría, el fundador del Opus Dei, cuando recordaba que de cada 100 almas interesan 100.

El número de católicos que comulga los domingos sigue siendo el mismo que hace 25 años pero hoy se confiesa la mitad que hace un cuarto de siglo. Muy inquietante

La comunión frecuente, a diario, se convierte para quien la practica en la columna vertebral de su vida. La náusea metafísica no se cura en el diván del psicoanalista -bueno salvo que seas podemita- y siempre conduce, o bien a Cristo, o bien a la melancolía. Y claro, resulta que la Iglesia vive de la Eucaristía. Si alguien quiere cambiar de vida que acuda a comulgar a diario y a confesar semanalmente. Lo demás, vendrá por añadidura.

Ahora bien, se nos dice que fue el papa Pío X, el perseguidor del modernismo, quien animó a la confesión frecuente. Eso es cierto y ocurrió en 1905: "Jesucristo y su Iglesia desean que todos los fieles cristianos se acerquen diariamente al Sagrado Convite, principalmente para que unidos con Dios por medio del sacramento en él tomen fuerzas para refrenar las pasiones, purificarse de las culpas leves cotidianas, e impedir los pecados graves a que está expuesta la debilidad humana" (Decreto Sancta Tridentina Synodus

¿Quiere usted dejar de ser un católico tibio y convertirse en un católico de primera división? Facilito: comulgue a diario y confiese una vez por semana. Se lo aconseja San Ambrosio, no el de la carabina, sino el santo obispo de Milán

Ahora bien, el consejo de recibir diariamente a Cristo Sacramentado -siempre con las debidas disposiciones, la más importante de ellas, estar libre de pecado mortal- ha sido un consejo perenne de la Iglesia, no es invento de la era moderna. Ya lo encontramos en el famoso San Ambrosio de Milán, mentor espiritual de San Agustín y uno de los cuatro Padres de la Iglesia latina occidental, así como doctor de la Iglesia. El alemán Ambrosio ya había dicho, muchos siglos atrás, lo mismo, y hablamos de un nacido en el año 397: "Si el pan es diario, ¿por qué lo recibes tú solo una vez al año? Recibe todos los días lo que todos los días te es provechoso, vive de modo que diariamente seas digno de recibirle. (De Sacramentis).

Por tanto, la comunión diaria no es un consejo nuevo, es un consejo eterno.

¿Quiere usted dejar de ser un católico tibio y convertirse en un católico de primera división? Facilito: comulgue a diario y confiese una vez por semana. Se lo aconseja San Ambrosio, no el de la carabina, sino el obispo de Milán. Bueno, y san Pío X y un montón de gente más. Merece la pena y resulta mucho más útil que las discusiones bizantinas en versión Naciones Unidas: ya no sobre el sexo de los ángeles sino sobre los 112 sexos que poseen los ángeles.