La gente no acude a confesar ni en Semana Santa
Fue Pío XII, en plena Guerra Mundial, un 29 de junio 1943, quien escribió la encíclica Mystici Corporis Christi. En pleno conflicto, la encíclica no tuvo la repercusión que debería haber tenido. Estaba dedicada a qué es eso del Cuerpo Místico de Cristo, y a cómo la historia humana, nuestra cotidianidad, está imbricada en Dios, nos guste o no... y para mí que debería gustarnos.
Entre otras cosas, insisto, en plena guerra mundial, el Papa Pacelli habla del sacramento de la penitencia y glosa las palabras de Cristo resucitado (Juan 20, 23): "Recibir el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados les son perdonados, a quien se los retengáis, les son retenidos". En ese momento, quedó inaugurado el sacramento de la Penitencia, clave en la vida de cualquier hombre.
En 'Mystici Corporis Christi', Pío XII responde a la cuestión que servidor, nacido en 1960, ha tenido que escuchar una y otra vez a lo largo de su gloriosísima existencia: ¿Qué necesidad tengo de contarle a un cura mis pecados? Yo me confieso ante Dios. Pues no, el hombre es un soberbio, no por naturaleza, sino por lo del desagradable incidente de la manzana. Por eso le viene bien confesar sus miserias a un cura.
Es más, no existen muchos pecados sino uno sólo: el pecado de orgullo. El resto son derivadas de esa patología espiritual.
Ventajas del sacramento de la penitencia, según Pío XII: aumenta el conocimiento propio, crece la humildad cristiana, se hace frente a la tibieza e indolencia espiritual, se purifica la conciencia, se robustece la voluntad, se lleva a cabo la saludable dirección de las conciencias...
Así, cuando el maromo se arrodilla ante el confesor, no cuando pide perdón directamente a Dios, como quien dice, de ´tu a tú, cuando se humilla ante otro hombre (la humildad ante Dios es fácil, lo difícil es la humildad ante otro hombre), asegura Pío XII, que "aumenta el justo conocimiento propio, crece la humildad cristiana, se hace frente a la tibieza e indolencia espiritual, se purifica la conciencia, se robustece la voluntad, se lleva a cabo la saludable dirección de las conciencias y aumenta la gracia en virtud del sacramento mismo". Paréntesis, obsérvese una cuestión muy de moda: la dirección espiritual de las conciencias se lleva a cabo en el sacramento de la penitencia, no fuera, y amparado por el poderoso sigilo sacramental.
Tenía que ser Pío XII, el papa valiente que se enfrentó a los nazis y que, consecuentemente, fue calumniado por lo contrario. Ahí queda eso.
¿Vida cristiana sin confesión? Eso no existe. Posiblemente, hoy sea el sacramento más olvidado y menos practicado. Es más, algo está ocurriendo cuando veo a tanta gente comulgar y a tan poca confesar.