Me lo decía el inolvidable jesuita Ángel María Rojas: "Moriréis como perros". Explicaba así que no sólo hay escasez de sacerdotes en muchos lugares de España sino que, además, los médicos no nos han alargado la vida, nos han alargado la vejez.
Lo cierto es que muchos ancianos en residencias no ven nunca a un sacerdote. Eso implica que pasan a una situación de clases espirituales pasivas... que mueren sin asistencia de la gracia, como los perros.
Y esto porque la mayoría de los asilos impiden que los ancianos reciban los sacramentos.
Los médicos no nos han alargado la vida, nos han alargado la vejez. Los imposibilitados se multiplican así que las residencias de ancianos no tienen más que cerrar sus puertas a los curas y a la celebración de la Eucaristía... y a correr.
Parece sensato que los hijos vuelvan a cuidar de sus padres ancianos en casa y para los ancianos que acaban en residencias, que tengan asistencia espiritual antes del tránsito, porque nos han alargado la vida pero no la salud. Por su parte, la Iglesia debe multiplicar la atención a los ancianos y moribundos. Ya sé que faltan curas, pero no podemos abandonar al débil.
El caso es que por maldad, negligencia o dejadez, los asilos impiden que los ancianos reciban los sacramentos, algo a lo que tienen todo el derecho.










