Fin del año litúrgico y comienzo del Adviento que prepara la Navidad, es decir, la primera venida de Cristo a la Tierra. Por eso se habla y se piensa tanto en la Segunda Venida de Cristo, sea éste el fin del mundo o no, que sobre eso ni Cristo ni la Iglesia de la que Él es cabeza, se han pronunciado.

El amigo Agustín se preguntaba lo siguiente:

San Agustín: "¿Es posible amar el Señor si se teme su venida? Hermanos míos, ¿no os da vergüenza? ¿Lo amamos y tememos su venida? ¿Lo amamos de verdad o bien amamos más nuestros pecados? Aborrezcamos, pues, nuestros pecados y amemos a aquel que ha de venir. Ha venido y vendrá para juzgar la tierra. Entonces encontrará llenos de alegría a todos aquellos que hayan creído en su primera venida".

Luego está la (profecía de Daniel), que  también provoca un poquito de canguelo. El profeta Daniel quizás no había leído a San Agustín, muy probablemente, ya que vivió unos 800 años antes que el de Hipona, que nos habla sobre ese reino que surgirá en la tierra, el de la bestia del cuerno puñetero que profería insolencias y que derrotó a los santos de la tierra, mientras, mucho ojo, pretendía cambiar "el calendario y la ley". 

No es cosa de risa: el calendario es lo que más condiciona la vida de los hombres. Recuerden cómo la Revolución Francesa, allí donde nació la cristofobia en Europa, hizo precisamente eso: cambiar el calendario

"Para que cuando llegue el día del segundo advenimiento y el orbe entero quede sumido en el espanto, esta acogida humilde pero digna nos sirva de esperanza"

En cuanto a la ley, yo creo que se refiere a un fenómeno que se repite en la historia y que marca la actualidad del siglo XXI: la blasfemia contra el Espíritu Santo, es decir, que el mal se convierte en bien y el bien se convierta en mal.

Nótese que esta es una tónica rítmica de la historia, que va y vuelve. Y ahora ha vuelto. Lo propio de nuestro tiempo es la blasfemia contra el Espíritu Santo.

Y entre la primera y la segunda venida está la tercera venida, intermedia entre la primera, la Navidad, y la segunda, el fin del mundo o similares. La liturgia mozárabe lo explica mejor de lo que yo pueda hacer nunca: 

"Que todos los aquí congregados celebren 

este advenimiento con solemnes preces 

en espera del triunfo de un día tan grande.

Para que cuando llegue el día del segundo advenimiento y el orbe entero quede sumido en el espanto, esta acogida humilde pero digna no sirva de esperanza. Amén".

Sí, hay que confiar en la misericordia de Cristo pero también en que sus palabras no pasan. Por eso, la liturgia mozárabe sonríe pero también nos recuerda la fruslería de que en el segundo advenimiento de Cristo, el orbe entero quedará sumido en el espanto. ¡Jodó!

En cualquier caso, ¿es posible amar el Señor si se teme su venida? No. Por otra parte, el fin del mundo, para cada cual, es su propia muerte. Eso no significa que toda reflexión sobre la Segunda Venida de Cristo resulte baladí.