Reconozco que me ha sorprendido. El presidente peruano, Alejandro Cholo Toledo, nunca me fue simpático. Tenía algo de demagogo, de populista de izquierdas, que no ha mejorado un ápice la situación de extrema pobreza de Perú, y aunque ha representado una mejora respecto a Fujimori, un notable canalla, la verdad es que Toledo formaba parte de ese populismo iberoamericano que, a día de hoy, representa el mayor peligro para la libertad en el mundo hispano. Es un movimiento que tiene por mito a Castro y por financiador a Hugo Chávez, el amigo del Gobierno Zapatero.

Pues bien, Toledo ha coqueteado con el nuevo populismo, pero ahora al nuevo populismo de los Lula, Kirchner, Morales, Chávez, Castro, Tabaré y me temo que la chilena Bachelet, a la que veo muy capaz de hacer regresar a Chile al nivel de desarrollo caribeño.

Sin embargo, Chávez ha cometido el error, muy propio entre los dictadores cobardes de ensañarse con un pato cojo, es decir, con un presidente que se encuentra muy cerca de la puerta de salida del escenario político. Lo ha hecho, naturalmente, para seguir extendiendo su revolución bolivariana, por todo el cono sur, así que ha decidido hacer la campaña de Ollanta Humala, otro populista, casualmente admirador de Chávez, y denigrar a Lourdes Flores, según él, candidata de la oligarquía.

Naturalmente las peores mentiras no son las medias verdades no tengo muy claro lo que es una media verdad- sino aquellas que caminan paralelas a la verdad. Porque Flores, en efecto, es de derechas, liberal-capitalista (tampoco sé distinguir ambos conceptos) y eso, en un país como Perú es sinónimo de oligarquía, porque las diferencias entre ricos y pobres son un verdadero insulto a la justicia. Flores es una señora de posibles que ha hecho de su feminismo su ideología. Feminista y rica.

Ahora bien, lo de menos es que Flores sea la representante de la oligarquía. Lo de más es que Chávez quiere a Humala como presidente, quizás porque está tan ideológicamente sonado como él. Y entonces es cuando Toledo le ha parado los pies. A fin de cuentas, todavía será presidente hasta el próximo 28 de julio. Toledo comenzó advirtiendo a Chávez que dejara de entrometerse en los asuntos internos del Perú, y para ser exactos en la campaña electoral, Chávez, que sufre de incontinencia verbal, insistió, y entonces Toledo elevó el tono de la discusión y habló de los petrodóalres con los que Chávez pretende modificar la región, es decir, el mundo hispanoamericano. Nuevas intromisiones de Chávez y entonces Toledo pasa al ataque: Una cosa es ser elegido democráticamente y otra gobernar democráticamente. Mejor resumen de Chávez, imposible. En efecto, no es lo mismo, no puede serlo, nunca lo será.

Esa diferencia de Toledo es, probablemente, uno de los mayores retos con los que cuenta hoy en día un sistema tan esplendido, el mejor, sin duda alguna, como la democracia parlamentaria. La democracia no se demuestra en las urnas, sino en lo que ocurre después de las urnas. Hay muchos tiranos que han llegado al poder por métodos democráticos y en elecciones libres y limpias. Llegan al poder inmediatamente empiezan a socavar los cimientos del sistema. Ese es Chávez, ese es Kirchner, ese es -lo digo con profundo dolor pues tenía una cierta confianza en él- Lula. Y me temo que el asunto no ha hecho más que empezar.

Es la primera reacción contra el populismo hispano, esa escuela de dictadores, que escucho en los últimos meses en Hispanoamérica. Parece que alguien despierta. Porque no nos engañemos, si el populismo, de la mano de Humala, conquista Perú, para mí que sólo pequeños países estarán en disposición de hacer frente al populismo. Por ejemplo, El Salvador, una Colombia que tiene que soportar los ataques externos del populismo y los internos de la guerrilla terroristas (Álvaro Uribe tiene mucho trabajo dentro como para preocuparse de lo que ocurre fuera) y, sobre todo, un gran país hispano, México. Las noticias que llegan de los otros dos países más avanzados y más preparados de la zona, Chile y Argentina, no son precisamente alentadoras.

Eulogio López