Las pandemias son tan antiguas como la propia humanidad. A lo largo de la historia ha habido varias pandemias por enfermedades como la viruela o la peste  negra que mato a más de 100 millones de personas en el siglo XIV, entonces los barcos tenían que atracar cerca del puerto  y la tripulación no podía bajar a tierra, permaneciendo en el barco guardando cuarentena. En diciembre de 2019, en Wuhan, provincia de Hubei en China,  se informó de un grupo de pacientes con un cuadro clínico de neumonía, de origen desconocido.

En enero de 2020, se identificó una nueva cepa de coronavirus aislada en aquellos pacientes, la SARS-CoV-2.  Dada la rápida propagación de la infección por este virus, que provoca una enfermedad conocida como COVID-19, el 11 de marzo de ese mismo año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y como consecuencia del aumento exponencial de la cifra de pacientes infectados en todo el mundo, declaró que la infección cumplía el comportamiento de pandemia.

Los pacientes con COVID persistente presentan una serie de síntomas aún después de haber pasado la fase aguda de la enfermedad 

Al principio de la pandemia se creía que este coronavirus provocaba únicamente problemas respiratorios. Sin embargo,  según aumentaba el número de pacientes infectados, se ha visto que la COVID puede afectar al corazón durante su fase aguda. De hecho, durante la pandemia hubo un aumento en la incidencia del Síndrome del Corazón Roto o Síndrome de Tako-Tsubo, una enfermedad transitoria que afecta al músculo cardiaco y presenta los mismos síntomas que un ataque al corazón: dolor en el pecho y dificultad para respirar.

El estrés emocional, el aislamiento prolongado y la situación socio económica a la que ha estado sometida la población mundial durante la pandemia, han sido, probablemente, desencadenantes de esta enfermedad.

La gran mayoría de los pacientes de COVID, afortunadamente, no se han visto afectados con problemas de corazón. Sin embargo, aquellos  con antecedentes cardiovasculares conforman un grupo con alto riesgo de tener complicaciones cardiacas, aunque los que han sufrido una infección grave, también pueden tener problemas cardiovasculares.

“En pacientes de COVID, ingresados en planta o en UCI, entre un 20 o un 30 por ciento había una afectación cardiovascular por el virus en diferentes formas, las más frecuentes: miocarditis, pericarditis, infartos, ictus o trombosis tanto arteriales como venosas” explica la doctora Esther Merino Lanza, especialista en Cardiología en el Hospital Quirónsalud San José.

Durante la pandemia hubo un aumento en la incidencia del Síndrome del Corazón Roto o Síndrome de Tako-Tsubo

En pacientes ya recuperados de la infección por coronavirus, se ha observado que, tras semanas de haber sido dados de alta en el hospital, al hacerse una revisión, tenían secuelas de afectación cardiaca “hemos observado alteraciones en las medidas del corazón, por ejemplo que está más dilatado y captaciones patológicas que indican que hay o ha habido cierto grado de inflamación. En las analíticas también se han visto elevados marcadores que se relacionan con daño cardiaco” añade la doctora Merino Lanza que recomienda a estos pacientes una revisión con el especialista para hacer un seguimiento y evolución de las secuelas.

Las secuelas cardiovasculares por haber pasado la COVID no son lo mismo que lo que se conoce como “COVID persistente”, “COVID prolongado”, “Síndrome COVID Crónico”, “Long COVID” o “Síndrome de COVID post-agudo”. Los pacientes con COVID persistente presentan una serie de síntomas aún después de haber pasado la fase aguda de la enfermedad que se prolongan más de 12 semanas.

En algunos casos, los síntomas de COVID persistente permanecen desde la fase aguda sin llegar a desaparecer; en otros casos, tras recuperarse de la fase aguda y estar durante un tiempo asintomáticos, vuelven a aparecer los síntomas de la enfermedad. Estos síntomas suelen ser: cansancio, fatiga, dificultad respiratoria, dolor torácico, palpitaciones, arritmias  y fibrilación articular.

“Estamos viendo también el que llamamos “síndrome de taquicardia ortostática postural”, POTS por sus siglas en ingles, que es la sensación de tener taquicardia con los cambios posturales” puntualiza la cardióloga. Además de estos síntomas, también se pueden presentar fallos de memoria; falta de concentración; malestar general o astenia.

"Hemos observado alteraciones en las medidas del corazón, por ejemplo que está más dilatado", asegura la doctora Merino Lanza 

La COVID persistente no tiene edad ni sexo, cualquier persona puede padecerlo, sin embargo, el grupo que más sufre esta patología es el de las mujeres  entre 20 y 40 años. En la mayoría de los casos, los síntomas desaparecen después de unas semanas aunque en otros, persiste y  puede durar meses.

Por esto, es importante que los pacientes que tienen estos síntomas o que sospechan que pueden tener COVID persistente, acudan a una revisión médica para hacer un seguimiento de esta nueva enfermedad y ver su evolución.

No está de más recordar que la única manera de prevenir esta enfermedad es  manteniendo las medidas que han demostrado ser eficaces frente al contagio, es decir: ventilación, higiene de manos, uso de mascarilla, mantener la distancia social y reducir el contacto con otras personas.

La vacunación, se ha demostrado, es la medida más eficaz para prevenir el desarrollo grave de la enfermedad, además de mejorar significativamente los síntomas en las personas que presentan COVID persistente.