Parece que la violencia crece en el mundo, Una violencia cruel, sangrienta, a veces irracional, ese tipo de violencia que no se conforma con vencer sino que quiere desgarrar. No es el arrebato transitorio en el transcurso del cual uno puede cometer cualquier felonía. No, se trata del gusto por hacer daño, de disfrutar con sufrimiento ajeno y de dar pábulo a las pasiones más bestiales del ser humano, con firme propósito de no autocensurarse ni autolimitarse.

Sí, la violencia crece en todo el mundo, sobre todo en África. En el gigantesco Congo suceden cosas mucho más graves que en Gaza o en Ucrania. La última procede de anteayer: una guerrilla 'libera' una prisión y los liberados reclusos aprovecharon para violar a más de 150 mujeres, y de paso, asesinarlas, quemándolas vivas: orgía de sangre y sexo.

El fantasma de Ruanda vuele a emerger en el África negra, cuyo nivel de violencia, encima, aumenta a medida que el islam avanza hacia el sur, hacia la mismísima Sudáfrica. Y qué curioso, a Occidente esto ni le va ni le viene.