A menos de tres meses para la celebración de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, los medios de comunicación dan por segura la derrota de Donald Trump. De nuevo, al igual que en 2016, los sondeos parecen claramente desfavorables para el Presidente Trump. No obstante, analicemos los datos para comprobar si efectivamente es así.

Por lo que respecta a la popularidad del inquilino del Despacho Oval, según el portal Real Clear Politics -que efectúa una media de todos los sondeos electorales-, el Presidente Trump cuenta con una aprobación del 42,9%, un porcentaje que es similar al que ha mantenido durante todo su mandato y que nunca ha bajado del 40%. Este porcentaje se considera como la referencia para poder abordar con ciertas garantías la lucha por la reelección. La cifra de popularidad de Trump, es muy similar a la que tenían los expresidentes Barack Obama y George W. Bush durante los años a su reelección.

En relación con los sondeos a nivel nacional, Joe Biden mantiene una ventaja media sobre Trump de 6,4% puntos electorales. Si comparamos los sondeos de esta semana de agosto, con la misma semana del mismo mes de 2016, Hillary Clinton tenía de media exactamente una ventaja de 6,4% puntos sobre Donald Trump, es decir, la misma ventaja que ostenta hoy el candidato demócrata Biden.

La única mejora de Biden respecto a Clinton es en el voto demócrata en Estados republicanos, como Texas. Al hombre blanco no le gusta Hillary

No obstante, centrémonos en las encuestas de los Estados decisivos: Florida, Ohio, Pennsylvania, Michigan, Wisconsin, Arizona y Carolina del Norte.

En los feudos tradicionalmente demócratas de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania, donde contra todo pronóstico Trump se impuso a Clinton en 2016, Biden mantiene una ventaja de entre 5 y 6 puntos. Si se compara con las mismas fechas de 2016, Clinton tenía una ventaja incluso superior, de entre 8 y 10 puntos.

En los Estados de Florida, Ohio, Arizona y Carolina del Norte, Biden tiene una pequeña ventaja de entre 2 y 4 puntos sobre Trump, exactamente la misma ventaja que mantenía Hillary Clinton en el mismo período de 2016, y en los que al final también se impuso Trump.

El Partido Demócrata parece empeñado en esconder a su candidato, el somnoliento Joe

Donde Biden está teniendo un desempeño mejor que el de otros candidatos demócratas, es en los Estados tradicionalmente republicanos de Texas y Georgia. En los mismos, aunque Trump mantiene una ligera ventaja, el candidato demócrata está mejor posicionado que otros antecesores de su partido. Sin embargo, conviene recordar que, en estos dos Estados, los sondeos siempre han sido más beneficiosos para los demócratas que las urnas, ya que aunque las encuestas suelen reflejar una lucha apretada, el día de las urnas los republicanos suelen ganar holgadamente. No en vano, ningún demócrata ha ganado las elecciones presidenciales en Texas desde 1976 ni en Georgia desde 1992.

Si comparamos los presentes datos con los del 2016, la contienda parece bastante más abierta de lo que anuncian los medios de comunicación, que al igual que en 2016 daban por descontada la victoria de Clinton, ahora hacen lo propio con Biden. Es lo malo de confundir los deseos con la realidad.

Joe Biden no está cometiendo errores en su campaña. Así es, de hecho, no está haciendo campaña alguna

No obstante, todos estos datos deben tratarse con cautela, por cuanto si bien en 2016, Hillary Clinton realizó una activa campaña electoral con una enorme exposición mediática, no puede predicarse lo mismo con respecto a Biden. Manifiestan los analistas demócratas que Biden está haciendo una gran campaña sin cometer errores. Efectivamente, no se han cometido errores porque el candidato demócrata no está haciendo campaña alguna, dado que se encuentra encerrado en el sótano de su casa. Sobre el candidato demócrata, han gravitado numerosas acusaciones de una cierta senilidad, que se habrían advertido a través de los propios debates electorales en los que ha participado el candidato o de las escasas entrevistas que el mismo ha concedido, que harían que la estrategia del partido fuera esconder a su propio candidato durante la contienda electoral. 

También se baraja la posibilidad de que Biden no sea más que un candidato títere que no llevaría el peso de su propia candidatura presidencial. De ahí, cobra especial interés quién sea la designada como candidata a vicepresidenta en el ticket demócrata. Ante la exigua actividad del candidato a presidente, es posible que sea la candidata a vicepresidenta quién lleve la voz cantante de la candidatura.

Da la impresión que es el Partido Demócrata quién maneja la candidatura de Biden, no dedicándose como sería lo propio a ensalzar a su candidato, sino más bien dedicándose a erosionar a su rival, el Presidente Trump. Dicha campaña se está orquestando agitando las calles a través del  violento movimiento marxista Black Lives Matter, en los medios de comunicación a través de la campaña incendiaria contra el Presidente Trump, en el plano social, a través de la censura de las grandes tecnológicas contra el presidente en las redes sociales y, finalmente, en el plano político, a través del matrimonio Obama, los cuales han tomado la dirección de la campaña demócrata. En este plano, el expresidente Obama, en un grado de cinismo político hasta ahora desconocido, no solo ha violentado la norma no escrita de que los expresidentes no se pronuncian sobre la gestión de sus sucesores en el cargo, sino que ha llegado al grado máximo de radicalismo político, al convertir el funeral del difunto congresista demócrata John Lewis, en un mitin electoral contra Donald Trump, al proferir un agresivo y radical discurso contra el actual presidente. En esta contienda electoral, se han superado todos los límites conocidos. Y el Nuevo Orden Mundial continuará en su empeño, intentado por cualquier medio evitar la reelección de Donald Trump, el último resorte occidental contra el pensamiento único.