En plena avalancha de refugiados ucranianos, al Parlamento Europeo no se le ocurre otra cosa que meter prisa a la Comisión Europea -al Gobierno europeo- para que ejecute las sanciones impuestas a Polonia y Hungría, tras la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que avala el mecanismo de extorsión -perdón, de condicionalidad-, por considerar que habían entrado en una espiral antidemocrática. Ya saben, lo que sucede en realidad es que son los únicos gobiernos europeos que se oponen a la agenda progre que pretende instaurar Bruselas en toda la UE, concretamente, la ideología de género y el aborto.

A la Eurocámara le da lo mismo, incluso, que Polonia y Hungría se estén desviviendo, con sus propios recursos, para acoger a los refugiados ucranianos que huyen en masa ante la invasión rusa. Hablamos de 1,4 millones de personas acogidas en Polonia y de 214.000 en Hungría… y subiendo. Los parlamentarios europeos están más preocupados, sin embargo, en que Bruselas bloquee los fondos de recuperación y resiliencia previstos para ambos países. Hay que ser miserable.

Menos mal que Pedro Sánchez se ha apresurado a asegurar que España dará ejemplo de solidaridad con los ucraianos a toda Europa: acogerá a 12.000. ¡Un exceso total!