Como ha venido contando Hispanidad, en México, tanto el Gobierno del anterior presidente, el ultraizquierdista Andrés Manuel López Obrador (que ejerció entre 2018 y 2024) como el de su sucesora y actual presidenta, Claudia Sheinbaum, han fracasado en sus políticas para combatir el crimen organizado, muchas veces vinculado a las narcobandas. 

López Obrador y Sheimbaum son partidarios de aplicar la política de “abrazos, no balazos” contra los delincuentes, un buenismo que aprovechan estos para campar a sus anchas y cometer todo tipo de delitos.

En ese contexto de impunidad de la violencia y de vacío moral, suele ocurrir que los más débiles de la sociedad terminan pagando los abusos de la ley del más fuerte. Y es lo que les está ocurriendo a los católicos mexicanos. 

La madrugada del 19 de mayo, tras una celebración organizada por la parroquia local del municipio de San Felipe, siete jóvenes católicos (entre ellos menores de edad) fueron asesinados a balazos.  

El Arzobispo de León, Mons. Jaime Calderón Calderón, explicó en un mensaje que “de acuerdo a los primeros reportes, personas de un cártel llegaron armadas y abrieron fuego arteramente contra la gente que se encontraba en el lugar, resultando muertos 7 jóvenes, entre ellos algunos menores de edad”. “Estamos indignados, consternados y condenamos este hecho”, expresó el prelado.

El Gobierno Municipal de San Felipe informó de que “se ha establecido una coordinación inmediata con autoridades estatales y federales a fin de dar seguimiento puntual a las investigaciones y esclarecer los hechos. La Fiscalía General del Estado ya realiza las diligencias correspondientes para que este crimen no quede impune”, recoge Aciprensa

Por su parte, los obispos mexicanos han emitido un comunicado en el que denuncian que “no podemos permanecer indiferentes ante el espiral de violencia que lacera a tantas comunidades de nuestro país”.

“Esta masacre, una más entre tantas que se repiten con dolorosa frecuencia, es un signo alarmante del debilitamiento del tejido social, la impunidad, y la ausencia de paz en vastas regiones de nuestra nación”, denuncian.

Los obispos además hicieron “un llamado urgente” para que las autoridades de todos los niveles —municipal, estatal y federal— “asuman con responsabilidad y eficacia la tarea de garantizar la seguridad y la justicia”. “No podemos acostumbrarnos a convivir con la muerte violenta, ni permitir que la impunidad se convierta en norma”.

A la sociedad civil le pidieron no caer “en la indiferencia ni en la desesperanza. Es tiempo de construir juntos la paz desde lo cotidiano, desde nuestras familias, comunidades y espacios de participación”.

“La violencia no se erradica sólo con el uso de la fuerza, sino con una profunda transformación cultural que recupere el valor sagrado de la vida humana”, añaden. 

“Como Iglesia, reiteramos nuestro compromiso de seguir acompañando a las víctimas, de denunciar el pecado estructural de la violencia, y de trabajar por una cultura de paz, inspirada en el Evangelio de Jesucristo, que ‘vino a traernos vida, y vida en abundancia’”, concluyen los obispos.