La inflación sigue disparada, y en el mes de octubre, el índice de precios al consumo registró un incremento anual del 6,2%, la mayor subida en tres décadas. Habría que remontarse a noviembre de 1990, para encontrar unas cifras similares.

El impacto sobre la economía real es más que evidente y lo sufren los consumidores estadounidenses. A nivel ejemplificativo, el precio de la carne, el pescado y las aves de corral se ha incrementado en un 12% en el último año. El precio de la gasolina está también disparado, siendo actualmente de 3,41 dólares el galón, 1,29 dólares más que hace un año.

Estados Unidos se asoma a un posible crisis de suministros. Eso es grave

Junto con la subida generalizada de los precios, EEUU sufre una profunda crisis de suministros. En este punto, ha aportado una interesante reflexión Bob Unanue, CEO de Goya Foods, empresa estadounidense que es una de las principales compañías de productos de alimentación hispana tanto en Estados Unidos como en toda Hispanoamérica. En declaraciones a Fox Business, Unanue ha manifestado que su compañía se ve obligada a subir los precios como consecuencia del desabastecimiento, la escasez de mano de obra y la inflación. En este punto, ha subrayado el elevado precio de los materiales y del transporte. Como ejemplo, ha explicado el caso del agua de coco, un refresco que es uno de los productos estrella de la compañía, importado de Tailandia y Vietnam, y cuyo precio de transporte por barco se ha elevado tras la pandemia de 1.800 dólares, a más de 20.000. Esto último en el mejor de los casos, dado que en ocasiones resulta hasta imposible conseguir transporte, ha continuado señalando el empresario. Otras compañías como Pepsi, Coca Cola o General Mills han anunciado también que se verán obligadas a subir los precios, para paliar los altos costes de producción y transporte.

Los estadounidenses empiezan a mostrar hartazgo y desde la Casa Blanca, la receta económica de Biden, no pasa precisamente por reducir impuestos y favorecer la inversión, sino por incrementar masivamente el gasto público, focalizado principalmente en cumplir con la agenda ecologista radical de su gobierno y en elevar impuestos. Así, el paquete de gasto social aprobado por la Administración Biden por un 1,75 billones de dólares, destinará hasta 555.000 millones de dólares a la lucha contra el cambio climático y a la inversión en energías renovables.

En esta situación la receta de Biden de incrementar el gasto público gusta a pocos

Ello unido a las medidas liberticidas de la Casa Blanca de exigencia de vacunación obligatoria para las empresas con más de cien empleados, está creando el caldo de cultivo perfecto para una crisis permanente. La última gran ciudad progresista en sumarse al liberticidio social y económico ha sido Los Ángeles, ciudad más poblada de California y segunda de EEUU, que quiere emular a la gran manzana en lo que a privación de libertades públicas se refiere.

El plan Biden puede ser tan letal para la ya maltrecha economía estadounidense, que junto con la oposición republicana, algunos demócratas han mostrado su preocupación. Es el caso del senador demócrata Joe Manchin, quien ha mostrado su pesar por el giro izquierdista de Joe Biden y ha recordado que sus compañeros de filas deben acordarse de que “EEUU no es un país ni de izquierda ni de centro izquierda”.

El senador demócrata Joe Manchin le recordado a sus compañeros de filas que EEUU no es un país de izquierdas, ni tan siquiera de centro izquierda

¿Y qué opinan los americanos de esta política económica progresista? No están muy contentos. Lo cierto es que la popularidad de Biden vuelve a bajar en todos los índices, y particularmente en la gestion de la economía, donde según un estudio de Quinnipiac, casi un 60% de los americanos suspende la gestión económica de Biden. Unos datos verdaderamente desoladores.

Cuidado Joe, no es bueno jugar con las cosas de comer.