Estaba muy feliz Pedro Sánchez como nuevo presidente de la Internacional Socialista, a la que, naturalmente, va a dar la vuelta con el feminismo y la ecología por banderas: esto promete. Público agradable, declaraciones marmóreas sin preguntas capciosas, actividad internacional de partido, es decir, sin sombra de crítica interna... Sánchez, como todo presidente maduro, recoge más aplausos fuera de España que dentro. Se encontraba tan feliz entre sus correligionarios que exhaló su gran frase. "Es la hora de la paz"... lo que evoca los formidables relatos de Giovanni Guareschi sobre el alcalde Pepón, comunista en la Italia de la postguerra y sus continuas referencias a la paz en el mundo, una idea motriz de dos tipos de colectivos: los grupos prosoviéticos y los concursos de belleza.

Subido al carro de los grandes líderes del mundo mundial, le habló de tú a tú a Vladimir Putin -en el Kremlin no se habla de otra cosa que del discurso de Sánchez, y naturalmente aprovechó ¡le encanta hablar!- para lanzar su imagen de la España paralela, la España-matrix que vende de fronteras para afuera: una España que avanza, donde, "a pesar de la derecha y la ultraderecha", él ha conseguido, con las "ultraizquierdas" mantenerse en el poder durante cuatro años y a lo mejor durante otros cuatro.

Y esto decía en la internacional socialista, que no da para mucho. Y verán cuando dentro de siete meses, ascienda hasta la cumbre de la Presidencia rotatoria de la Unión Europea: a discurso grandilocuente por día, nos va a salir.

En el entretanto, en Madrid, Alberto Núñez Feijóo, un hombre en busca de ideas, las que sea, para mantener la curva demoscópica se presenta como centro-reformista cuando los únicos votos que pretende arrancar son lo de la ultraderecha, los de Vox, pero, eso sí, utilizando la figura de Isabel Ayuso pero sin que brille doña Isabel. Es una apuesta compleja esta de adherirse a la música, que no a la letra de la presidenta madrileña.

Pretende Feijóo aprovecharse del tirón de la líder madrileña, que lo tiene pero sin que Ayuso brille demasiado. Y ojo, porque Ayuso también está perdiendo frescura ("épica", como diría Iván Redondo, el creador de Sánchez).

Abascal convocó a los suyos en Colón. Y dijo algo bueno y algo malo. Lo bueno fue que puso el dedo en la llaga, como no se atrevería a hacerlo ningún otro líder político, al asegurar que Sánchez sirve a "intereses espurios y minoritarios", lo malo es que no se atrevió a concretar: a lo que Sánchez sirve, y Abascal lo sabe- es la masonería internacional, o mejor, la nueva masonería, lo que hemos llamado el Nuevo Orden Mundial (NOM), cuyo gran enemigo es la cristiandad y la Iglesia. Pero si lo prefieren en términos aceptables socialmente en la España de hoy, Sánchez sirve a lo políticamente correcto, que es la ideología general y la adoración a Gaia, la madre tierra. Es decir, ideología de género y sostenibilidad. Masonería, propiamente dicho: "es la hora de la paz, querido Vladimir".