Las encuestas privadas dan ganador al Partido Popular de Alfonso Fernández Mañueco en las elecciones autonómicas de Castilla-León, convocadas para el 13 de febrero.

Incluso el CIS de Tezanos, el aparato demoscópico que pagamos todos y sólo sirve a Pedro Sánchez, se ha visto obligado a 'cocinar' una horquilla para poder dar ganador, de aquella manera, al PSOE. Y don Pablo Iglesias, encima, presumiendo de que ya conocía los resultados del instituto público. La impunidad y la caradura continúan siendo el cimiento del frente popular socio-podemita.

Persiste el enigma de la derecha española: tampoco ante un desastroso Sanchismo, al PP se le ve como ganador

No, Castilla-León no es el mismo caso de Madrid. Fernández Mañueco no es Díaz Ayuso. El primero es un político de derecha pagana con complejos, Díaz Ayuso es una política de derecha pagana sin complejos. Ambos andan, como todo el PP, a la búsqueda de la identidad perdida, es decir, de los principios cristianos que crearon el partido en la España de la Transición y que fueron definitivamente abandonados por el intelectualmente eunuco Mariano Rajoy en su maravilloso salto a la modernidad... que terminó en la moción de censura y propició la llegada al poder del 'Frente Popular sanchista'.

En cualquier caso, volvamos a 2022, nos encontramos ante un PP que parece empeñado en no gobernar. Como si llegar a la Moncloa le produjera vértigo. Y eso que se las ponen como las bolas del billar a Fernando VII por que si hay un ejemplo de Gobierno-desastre y de presidente-casi, ese es el de Pedro Sánchez que ha traspasado todas las barreras imaginables, hasta forjar la España de gominola-progre, un país en que el motor intelectuales es... Irene Montero, viva imagen de la impunidad dialéctica del socio-podemismo sanchista.

Ejemplo: la llamada del pasado miércoles de Pablo Casado a Pedro Sánchez para apoyarle en el caso ucraniano, gran alharaca en los medios... sólo ha servido para que el de Moncloa asegure que el PP está haciendo el ridículo en Bruselas y que le da mucha pena. Por supuesto, es falso. El PP no hace el ridículo en la Unión Europea y, si así fuera, Sánchez no lo lamentaría: estaría feliz. En Bruselas, un club de europeos ricos y decadentes, lo único que quieren es no pagar ni un euro a la Europa mediterránea y encima, qué asco, católica (o al menos lo fue algún día) y, de paso, que esa Europa mediterránea les sirva como mano de obra barata y como cuota de mercado. Están felices conque PP y PSOE se enfrenten y siempre elegirán una España débil y pedigüeña antes que una España fuerte que se sostenga por sí sola. Desde los tercios de Flandes, lo que más temen Holanda o Alemania, es a una España defensora de un ideario católico y su dignidad como pueblo.

Mientras, la economía española no remonta porque Nadia Calviño la ha encorsetado en subvenciones públicas. España no podrá cumplir con la ortodoxia fiscal, que recuperará vigencia en 2023

Encima, Sánchez exige sumisión al PP: repite que debe aprobar la reforma laboral porque es muy buena... cuando el PP piensa que es muy mala y va a suponer más desempleo y más economía sumergida.

Es su manera de dar las gracias a Casado por su llamada telefónica.

En resumen, persiste el enigma de la derecha española: tampoco ante un desastroso Sanchismo, al PP se le ve como ganador.

Desastroso también en el terreno económico, que para muchos debe ser el único motor de la política. A pesar de todas las mentiras de la propaganda sanchista, omnipresentes, la economía española no remonta porque Nadia Calviño la ha encorsetado en subvenciones públicas. España, por ejemplo, no podrá cumplir con la ortodoxia fiscal, que recuperará vigencia en 2023. Simplemente, el frentepopulismo sanchista ha creado un voto cautivo en una España holgazana que no está dispuesta a madrugar, como dicen los de Vox.

Pues bien, ni aún así el PP se declara como vencedor en unas futuras elecciones. A lo mejor, Don Pablo, sería bueno cerrar el ciclo de derecha pagana y volver a una derecha cristiana, es decir, una derecha con principios... aunque le llamen ultra, un calificativo que le importa más, -créame, don Pablo- a usted que a sus votantes.