Nicolás Redondo, cuando todavía había coherencia en la izquierda
A los 95 años de edad, ha muerto Nicolás Redondo, secretario general de UGT entre 1976 y 1994. Un hombre con el sentido común necesario como para distinguir la lucha por los desfavorecidos de la utilización de esos desfavorecidos para medrar en política.
Le recuerdo en 1984, a las puertas de la factoría de General Motors en Figueruelas (Zaragoza), entonces todavía naciente, que si no recuerdo mal, al principio supuso la creación de 9.000 puestos de trabajo. Yo entonces trabajaba en Radio 80 Zaragoza y los gerifaltes norteamericanos de GM le esperaban a la puerta. Entonces, Nicolás Redondo, secretario general de UGT, era toda una autoridad en la naciente democracia española de 1983.
Yolanda Díaz intenta apropiarse de su figura. Dice que defendió la democracia: no, lo que defendió fue a los trabajadores. Y cuando los proletarios desaparecieron él también desapareció de la vida pública
Dos detalles en un sólo acto. Le pregunté por qué el líder del sindicato socialista visitaba la factoría de una multinacional norteamericana. Primero: uno de sus acompañantes me espetó con malos modos que Redondo no tenía tiempo para responder a preguntas. Se ve que no le interesaba que el líder perdiera el tiempo con emisoras menores. Redondo, con un ademán delicado pero firme, apartó a su edecán y me respondió. Segundo detalle: habló con ese sentido común que parecen haber perdido nuestros hombres públicos de hoy. No recuerdo la literalidad de la respuesta pero sí la idea. No me gustan las multinacionales pero si General Motors crea no sé cuantos miles de puestos de trabajo directos, yo apoyo a General Motors.
Ese era Nicolás Redondo. Un tipo con sentido común. Un sindicalista socialista con el que, por socialista no puedo estar de acuerdo pero como sindicalista preocupado por los que pasan dificultades para llegar a fin de mes, sí. La legitimidad de la izquierda procede de la justicia social, no del feminismo ni del Woke.
No quiso ser secretario general del PSOE pero se enfrentó a Felipe González, un 14-D, por su timidísima política laboral y le montó una huelga general
Ha muerto el último rojo, que no progre. Con los rojos te puedes entender, con los progres aborteros, no. El rojo aspira -otra cosa son los medios que utilice- a la igualdad de oportunidades, y a eso todo cristiano debe apuntarse. El progre aspira a hacer igual lo desigual y con ese no te puedes entender porque contradice a la naturaleza.
El progre no coincide ni con sí mismo, porque se sabe que no piensa en cristiano pero no se sabe qué es lo que piensa.
Nicolás Redondo era un tipo coherente. El secretario general de UGT entre 1976 y 1994 se preocupaba por la justicia social, eso que ahora ha abandonado la izquierda y la ha trocado por la aberrante ideología de género.
Nunca fue anticlerical. No concebía el sindicato como otro partido político y respetaba a los cristianos, aunque su filosofía no fuera cristiana. Dudo que hubiera votado a Sánchez
Y así, la vicepresidente Yolanda Díaz intenta apropiarse de su figura. Dice que defendió la democracia: no, lo que defendió fue a los trabajadores. Sólo que su sindicato ya estaba ilegalizado con el franquismo y medró con la democracia. Estamos en la Transición. Luego, cuando ya amanecía el siglo XXI y los proletarios desaparecieron, subsumidos en la clase media, él también desapareció de la vida pública. Ese no era su mundo.
Ya antes, se negó a ser secretario general del PSOE y encumbró al joven Felipe González, aunque era Redondo a quien querían los congresistas. Era lo suficientemente humilde como para saber que él era un obrero que no ganaría unas elecciones. Pero, ojo, no dudó en enfrentarse a Felipe González por sus timidísimas reformas laborales y le montó una huelga general, que se ha quedado como la huelga por antonomasia: el 14-D de 1988.
Redondo nunca fue anticlerical ni mucho menso cristófobo, que ha constituido la marca de fábrica de José Luis Rodríguez Zapatero y de Pedro Sánchez, es decir, del nuevo PSOE. Tampoco concebía el sindicato como otro partido político y respetaba a los cristianos, aunque su filosofía no fuera cristiana. Dudo que hubiera votado a Pedro Sánchez.