Recuerdo una distinción académica de los años ochenta cuando los universitarios todavía hablaban, no de las macanadas de Irene Montero, sino del materialismo dialéctico, entre otras cosas porque más o menos sabían lo que era. 

La discusión era entre el bando marxista, es decir, determinista, y el cristiano, para quien el futuro no era un niño en las rodillas de los dioses sino el fruto de la libertad humana. Los primeros decían que el materialismo histórico explicaba lo que había ocurrido y lo que iba a ocurrir, mientras los segundos, los cristianos, aseguraban que lo que decidía la historia era el triángulo vital: formado por tres vértices: el estómago, el bolsillo y eso que están ustedes pensando, los tres bajo el presunto control de la libertad individual.

La disyuntiva década de los años ochenta del pasado siglo es la misma de ahora e impuso el progresismo sesentayochista, ya saben, el Mayo francés, probablemente el fenómeno peor entendido de la historia. 

La ideología profunda de Mayo del 68: los chicos querían fornicar con las chicas para convertir la universidad en una comuna... pero Dany 'el rijoso' consiguió hacer carrera como europarlamentario

De entrada, Daniel Cohn-Bendit nunca debió ser conocido como Dani 'el rojo' sino como Dani 'el rijoso'. Más salido que el pico de un queso. 

La rebelión estudiantil a la que, muy importante, en un principio no se unieron los obreros, que tenían otras preocupaciones más claras, por ejemplo, la de dar de comer a sus hijos, no tenía otro objeto que el acceso a las residencias universitarias de chicas, seguramente para realizar trabajos en equipo. En un segundo momento sí, claro: los comunistas y los sindicatos franceses, al ver el éxito de lo que empezó siendo una reclamación de fornicio, se sumaron a la iniciativa y el proceso acabó pasando del verde (no ecológico, sino sexual) al rojo... exactamente como, en la España de los años veinte del presente siglo, el fornicio inicial de los podemitas se ha convertido en profundísima ideología de género. Porque el sexo, por sí mismo, separado del amor y de la procreación, enseguida cansa. A la mujer aún más que al varón.

La rebelión del mayo francés pasó a la universidad central de París. Los estudiantes tomaron La Soborna y plantaron barricadas: había que sublimar la pulsión sexual. Ellos sólo querían fornicar, sexo libre y sin compromiso, y resulta que no se lo permitían: ¡qué injusticia! O sea, que las barricadas de París fueron lo mismo que el 15-M en la Puerta del Sol, de donde salió ese gran líder político llamado Pablo Iglesias y gracias al cual Pedro Sánchez está en La Moncloa desde hace ya cuatro largos años. 

Pero insisto: son las misma barricadas y las mismas intenciones. Como dijo un dirigente podemita del que me guardo el nombre porque aún sigue en activo: "hicimos esto para follar y resultó que tuvimos éxito y se nos fue de las manos". Sigue en Podemos y se mantendrá todo el tiempo que sea posible. 

El problema del sexo es que, si no se convierte en familia, acaba resultando extraordinariamente aburrido. Por eso el mundo actual se aburre... como el jovencito Dani 'el rijoso'

En definitiva, ¿qué ocurre en el mundo? Que se aburre porque le falta Dios. Lleva en este declive desde 1968, cuando se inventó el progresismo: todo porque Dany 'el rojo', más bien 'el rijoso', quería refocilarse con las universitarias de Nanterre. Igualito que Podemos. Recuerden, el progresismo no es más que esto: abajo los curas y arriba las faldas. La ideología profunda de Mayo del 68: los chicos querían fornicar con las chicas para convertir la universidad en una comuna... pero Dany 'el rijoso' consiguió hacer carrera como europarlamentario.

Y claro, el problema del sexo es que, si no se convierte en familia, acaba resultando extraordinariamente aburrido. Por eso el mundo actual se aburre... como el joven Dani 'el rijoso'.

Ahora bien, a quien se aburre no hay darle una diversión, sino una ocupación... divertida. La ocupación más divertida es el amor y el único amor que sin ser perfecto nos empuja a la perfección, y con ello a la realización personal, es el amor a Dios. Eso quiere decir que el único remedio contra el progre aburrido es la oración, entre otras cosas porque el amor de Dios, es decir, la santidad, no tiene límite, esto es, la diversión no se acaba nunca. O sea, la esperanza no se acaba nunca. 

Dicho esto, si los árboles no nos permiten ver el bosque, tampoco permitamos que la visión aérea del bosque se convierta en una foto fija que nos haga olvidar el sentido de las cosas. Quiero decir que cuando la derecha francesa, entonces todavía cristiana, la derecha de Charle de Gaulle, no la de Jacques Chirac o la del masón Giscard d'Estaing, dejó de acobardarse ante los Dani rijosos y los aprovechados comunistas del PCF, cuando recuperó la iniciativa y convocó elecciones... arrasó en las urnas y se acabó el peligro de revolución y se acabó el rijoso mayo francés. Un movimiento que empezó fornicando y tuvo tanto éxito que se vio obligado a improvisar una ideología para dotar de contenido a lo que sólo eran ganas de refocile. 

Y esto es bello e instructivo, porque nos recuerda que el progresismo, que siempre aparece como irresistible, es un globo de humo que se pincha en cuanto alguien le planta cara con argumentos cristianos. Por ejemplo, con el argumento del bien común y de la sensatez, porque la ideología de género no puede resultar más hortera y más cursi, igual que lo de prohibido prohibir... sobre todo porque lo que quería decir era: prohibido fornicar con quien yo quiera y cuando yo quiera. El progresismo siempre gana las batallas por abandono del adversario. Pero si el adversario, el cristianismo, planta cara y no se deja llevar por sus complejos de inferioridad... siempre gana. Para entendernos como el Sanchismo podemita.

Eso sí, tengo que reconocer que la gran diferencia entre 1968 y 2022 es que entonces los males no estaban dentro de la Iglesia. Hoy sí. Hoy no vivimos un periodo de herejía, sino de cisma: el enemigo está dentro.

El 'mayo francés'. ¿Qué ocurre en el mundo? Que se aburre, porque le falta Dios.