La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, está en París. Desde allí defendió la nuclear, al tiempo que criticó las políticas radicales ecologistas, pero otra parte de su discurso quizás pasó desapercibida. 

Publicábamos en Hispanidad este mismo fin de semana que el pasado 1 de mayo en todas las iglesias cristianas se pudo oir el Génesis: "Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla. Dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra".

Y parece que a Ayuso también se le iluminó la bombilla. "¿Qué sentido tendría cuidar solo del medio ambiente, de los animales y de la calidad del aire si no cuidamos de las personas? Creemos que el mundo es para las personas, no es al revés".

"Qué locura llevó a pensar que las personas eran una amenaza para el planeta", "qué delirio es ese que piensa que hay que producir de todo menos niños o que no hay que tener hijos porque vienen a un peor mundo y contaminan y gastan".

Defendió que el "verdadero reto para el presente y para el futuro, no sólo de España, sino de toda Europa", es que la población envejezca y no nazcan niños, no el crecimiento de la población mundial, que muchos tachan de "amenaza".

"Nosotros ponemos a la persona en el centro de todas nuestras políticas. La vida, la maternidad, la paternidad, la familia, el cuidado de la salud, el acompañamiento de los mayores, la lucha contra la soledad -especialmente de los niños y los adolescentes-, también son retos que tenemos que cuidar".

"La amenaza son las malas ideas, las manipulaciones, como esta lucha de clases artificial entre el hombre y la tierra". "No hay tal, es nuestra casa, la de cada persona, cuya vida es única e insustituible".

El emperador va desnudo, dijo Ayuso, y volvió a triunfar, porque en este siglo lo obvio, escasea. El siglo XXI se caracteriza por haber propalado la especie de que el hombre está al servicio del planeta, no al revés, como indica la Biblia, donde la creación está al servicio del único ser creado racional. Y así, llegamos a la conclusión de que la religión climática no sólo es estúpida y bastante cargante, sino que, además, es blasfema.