Empiezan a parecerme un tanto postizos los cantos jeremíacos que escuchó en España sobre la dureza de la vida pública. Días atrás he leído en La Razón una encuesta donde se concluye que el 64% de los españoles piden más pactos entre PSOE y PP, es decir, entre la moderación política (¿Sánchez, un moderado?). La Razón, periódico pepero, esgrime con el sanísimo objetivo de rescatar el bipartidismo y, con ello, la moderación, la cordura y la sensatez en la vida pública.

Siempre he dicho que si moderación y mediocridad comienzan por la misma letra, la ‘m’, por algo será. Lo grave no es lo que llaman ultra, radical, o extremo: lo grave es la incoherencia entre lo que se piensa y lo que se hace o dice. Es la incoherencia, y no el extremismo, lo que aqueja a la clase política española.

La situación ideal en un país es cuando el gobierno no gobierna y, sobre todo no manda. Cuando sólo actúa en el momento en que el fuerte abusa del débil.

Recuerden las ocho palabras horribles de Ronald Reagan: “Soy del Gobierno y he venido para ayudar”.