Consejo de Ministros del martes 7 de febrero. El Gobierno Sánchez ya no está para gobernar sino para ganar las elecciones. La legislatura está agotada y Pedro Sánchez intenta mantener el poder en Madrid disfrazado de estadista (ya saben que un estadista es un político muerto) y desde Bruselas. Como le aconsejan en Moncloa: no exageres tus petancas en Extremadura, no vayas a hacer el ridículo, y no exageres tus declaraciones marmóreas en Bruselas, no vayan a pensar que allí donde debes estar.

Nos dejan quitarnos la mascarilla justo cuando se dispara la desconfianza sobre la vacuna covid: el número de los que se han puesto la tercera y cuarta dosis ha caído en picado

Tras el consejo de Ministros comparece Carolina Darias, titular de Sanidad, es decir "un éxito de país". Nos anuncia que desde hoy ya podemos prescindir del bozal en los transportes. Nos deja quitarnos la mascarilla... aunque cada vez eran más los que ya desobedecían la norma, porque estaban hasta el gorro de las imposiciones gubernamentales. Es la historia del carcelero que libera a sus víctimas inocentes mientras les exige gratitud por su gesto.

Es decir, nos quitan el bozal... aunque lo cierto es que la gente ya se lo había quitado y justo cuando se ha disparado la desconfianza sobre la vacuna covid: el número de los que se han puesto la tercera y cuarta dosis ha caído en picado. Sí, hay muchísima desinformación sobre los efectos secundarios de la vacuna pero el pueblo tiene un especial olfato para la censura y percibe que el silencio sobre dichos efectos secundarios resulta altamente sospechoso.

En España, sobre todo entre la opinión publicada, se ha asentado una curiosa convicción: todo el mundo anhela la marcha de Sánchez pero casi nadie argumenta por qué. Antes que una convicción, parece un reconcomio

En el entretanto, Pedro Sánchez asegura, ante su grupo parlamentario, que el fracaso de la ley Sí es sí, se hizo sin intención de beneficiar a los violadores. Es bueno saberlo... y bueno recordarle al presidente que el infierno está lleno de bienintencionados y que, si de un error estamos hablando, los errores en política se pagan dimitiendo... o cesando, por ejemplo a doña Irene Montero.

Recuerden el viejo dicho de Mark Twain: "Lector, suponga que fuera usted idiota y suponga que fuera usted un miembro del Congreso... perdón, me estoy repitiendo".

El Sanchismo ha convertido la aberración en lo políticamente correcto, eso que se odia pero nadie osa contradecir

Todo esto incide sobre un curioso fenómeno: en España, sobre todo entre la opinión publicada, se ha asentado una curiosa convicción: todo el mundo anhela la marcha de Sánchez pero casi nadie argumenta por qué, quizás porque el número de barrabasadas perpetradas por el Sanchismo son tantas que resulta imposible recordarlas.

Antes que una convicción, el deseo de que este hombre desaparezca de la esfera pública se ha convertido en un reconcomio, ese tipo de sentimiento que provoca hondas convicciones... que rechazan ser razonadas. Simplemente: ¡Por favor, que se vaya!

Y no va a ser fácil echarle, porque el Sanchismo ha convertido la aberración en lo políticamente correcto, es decir, es eso que se odia pero nadie osa contradecir, al menos en voz alta.