Cuando le dijeron a Antonio Cánovas del Castillo, que el general Martínez Campos se había pasado a los liberales de Sagasta, el político conservador casi ni se dio por aludido:

-No se preocupe usted: el general es como las bombas: sólo hace daño allí donde cae.

La otra anécdota fue el enfrentamiento que Cánovas mantuvo con una anciana aristócrata a quien el estadista no le caía muy bien, en las mismas puertas del Congreso. Con gran displicencia, la anciana dama le espetó:

-Adiós viejo chocho.

A lo que el presidente del Gobierno, a quien le supo muy mal aquello, respondió:

-Adiós, chocho viejo.

Y hablamos del hombre que consiguió uno de los periodos de tranquilidad política más grandes de la era moderna en España.

La polarización política es buena y la crispación puede ser excelente, siempre que la ironía sustituya al insulto

La política no está hecha para cursis: la política es lucha por el poder y eso exige reciedumbre. Pero, sobre todo, la política no es consenso. Si todo fueran acuerdos no habría democracia y cuando los políticos se empeñan en el consenso es que traicionan sus ideales.

La polarización política es buena y la crispación puede ser excelente, siempre que la ironía sustituya al insulto. Y sí, es verdad que la democracia conlleva el respeto debido a las minorías pero, sobre todo, es el imperio de la mayoría. Con consenso o con disenso pero siempre con coherencia.

Menos aspavientos y menos dramatizar. Hasta que no lleguen a las manos no pasa nada porque el Parlamento se convierta en una trifulca. Y si llegan a las manos... pues a lo mejor resulta divertido: no volverían a salir elegidos. ¡Que no decaiga!