Ganó por la mínima las elecciones presidenciales de junio al progresista Rafal Trzaskowski y de esta manera salvó a Europa del declive y la degeneración absolutas. Han leído bien: Europa tiene raíces cristianas y si a un árbol le quitas las raíces, se muere. Tampoco se pueden sustituir por otras, aunque lo dicte la Comisión Europea de Ursula Von der Leyen.
Karol Nawrocki, para la mayoría un ‘ultraconservador’ euroescéptico, ha asumido este miércoles la Presidencia de Polonia. Menos mal, porque así podrá plantarle cara al primer ministro del país, el progre Donald Tusk, cuyo objetivo político se resume en cuatro palabras: la descristianización de Polonia.
Ni Nawrocki es un ultra euroescéptico ni Tusk un centrista liberal. El primero es católico y defiende los principios no negociables de Benedicto XVI (vida, familia, libertad de enseñanza y bien común), mientras el segundo es progre y quiere acabar con cualquier rastro católico en Polonia.
Que no nos engañen: ni Nawrocki, ni la italiana Meloni, ni el húngaro Orbán son nacionalistas y antieuropeos, sino todo lo contrario: buscan que Europa recupere sus orígenes cristianos. Si no lo hace, dejará de ser Europa.










