La ministra Irene Montero habla muy deprisa porque tiene muchas cosas que decir. Mismamente, habla del derecho a decidir sobre el propio cuerpo, que es uno de esos enloquecidos argumentos abortistas: ¿Decidir sobre el propio cuerpo? ¿Pero si en la mujer embarazada hay dos cuerpos, el de la mujer y el del niño? Es igual, hace tiempo que la barbarie abortera perdió todo contacto con la razón.  

Veamos, la reforma de la ley de aborto (a más, no a menos) ya hemos dicho en qué consiste: sobre todo en la perversión de toda una generación, ya desde el jardín de infancia: educación sexual según Irene Montero -¿a que no lo adivinan?-, obligatoria, desde la más tierna infancia. 

La ley debería haber sido patrocinada por los fabricantes de condones, porque Montero está empeñada en que se utilicen condones, ante el aumento -muy preocupante- de las enfermedades de transmisión sexual. Ya saben que el condón se utiliza para evitar al niño, no para evitar el virus, al menos en la relación sexual entre hombre y mujer. Pero a lo mejor no es así.

De postre: PSOE y Podemos, que ya se cargaron junto al PP la objeción de conciencia de los farmacéuticos, ahora van a por la de los médicos

En segundo lugar, Montero ofrecerá anticonceptivos gratis con nuestro dinero, sobre todo la píldora del días después, que debería llamarse píldora post-fornicio. 

En cualquier caso, lo que se oculta en este ley es lo que siempre tratan de ocultar los partidarios del aborto y de anticoncepción: todo anticonceptivo hoy presente en el mercado, desde luego la píldora del día después (PDD), son potencialmente abortivos. Actúan antes y después de la concepción.

Dejo a un lado el hecho de que, para Irene Montero, sólo la mujer tiene derecho a decidir sobre la vida naciente. El padre está obligado a permitir que su pareja mate al hijo del ambos. Un pequeño detalle en el que no vamos a profundizar.

Esta ley sólo busca el aborto fácil, gratuito y, a ser posible, obligatorio. Ahora bien, la cosa tiene un segundo objetivo, asimismo honorable: cargarse el derecho a la objeción de conciencia del personal sanitario. La objeción de conciencia de los farmacéuticos ya se la cargaron hace tiempo: están obligados a vender la abortiva píldora postcoital y cualquier otro antibaby.

Y ahora va a por los médicos. Hay médicos que sin ser provida, les importa un bledo la matanza del aborto. Simplemente, se niegan a abortar, no por una cuestión de conciencia, sino por cuestión de estómago. No han estudiado tantos años ni conseguido una puesto en el Sistema Público de salud para hacer de matarifes del inocente. Por eso es tan difícil abortar en centros públicos y por eso han surgido tanto abortorio privado. Pues bien, Montero ha decidido que toda mujer tiene derecho a abortar en el hospital público más cercano a su casa. Sí, dice que va a respetar la objeción de conciencia de los médicos -como no se hace con los farmacéuticos, casta inferior a la de médico-, es decir que la cosa acabará, se admiten apuestas, en que los matarifes de los abortorios privados serán contratados en los hospitales públicos, sueldo extra, para realizar su muy benéfica tarea.

El hermoso proyecto legal de doña Irene termina, no en que se multiplique el número de abortos, quirúrgicos o químicos, sino en que se impone un aborto gratuito y obligatorio, sobre todo al padre de la criatura.

Todas a fornicar... y a abortar. Aborto gratis para adolescentes. Esto es, una generación pervertida. 

Y de postre: PSOE y Podemos se cargan la objeción de conciencia de los farmacéuticos y ahora van a cargarse la objeción de conciencia de los médicos.

Posdata: preguntada Irene Montero si alguna organización, no ya provida sino partidaria de no ampliar el actual aborto vigente en España, había participado en la elaboración de la norma. Respondió que no, diálogo, mucho diálogo. 

Por supuesto, el PP calladito, quizás porque es casi tan abortero como el PSOE o Podemos.

La perversión de la nueva generación de españoles: ¡Todas a fornicar, todas a matar!