Sin orden interior, no hay orden exterior.
El trabajo no se construye sobre el desorden,
o sobre la soberbia, o la superior prepotencia.
 
Ante los que durante tiempo relegaste,
ahora, pretendes mostrarte simpático,
y escondes tu desprecio, con tu trabajo:
 
¿con las leyes que creaste por decreto?
¿las que no has defendido en el Congreso?
¿o en la Pandemia, y el mando declinaste?
 
Quedas, ortopédico, antinatural, chirriante,
como todos tus empeños, hoy artificiales,
cual actor incómodo, por exceso de maquillaje.
 
Y es que sobre tus hombros, pesa el madero
de tu trabajo, que por egoísmo, de amor falto,
no trocaste en endecasílabos, de verso épico.