Olas del mar que fuerte resuenan
al golpear los acantilados.
Los prados que verdean
y entre valles contemplamos.
Las águilas, que en su vuelo crestean
las altas cumbres que escalamos.
No llenan las ansias de felicidad
del corazón, del hombre necesidad.
 
Los amores que encontramos,
las cumplidas ilusiones,
las alegrías, nuestros cantos,
nuestros gustos y pasiones
que parecen llenarnos,
de felicidad y emociones,
no llenan nuestro corazón;
sólo llenan la mente,
de una felicidad aparente
de libertad externa,
a las palabras sometida.
 
Sólo frustración y ansia mayor
de posesiones queda,
que nunca será saciada
en dicha perseguida,
como quien atosiga al viento
sin atraparlo en el tiempo;
asistiendo de la vida al deterioro,
que al final, vemos reducida
a un simple puñado de polvo.