Columnas que durante siglos se construyeron,
que a la humanidad dieron, vida y progreso.
Aparentemente, van una tras otra cayendo:
vidas, creencias, haciendas, libertades, sueños,
levantados durante siglos con sangre y esfuerzo.
 
Son los coletazos de un dragón pensado muerto,
que en el pasado siglo segó vidas, sueños,
y libertades de ciudades y pueblos sin cuento.
Estaba herido el dragón, pero no muerto;
ahora va por las columnas que nos sostuvieron.
 
Porque el dragón no está fuera, está dentro
de una humanidad que se ha ido corrompiendo,
en su alma en la que no cree y el culto al cuerpo;
con la soberbia, avaricia, lujuria, ira,
gula, y envidia; pecados que siempre fueron.
 
Que mata a su propia especie, que cada día
más la empobrece, aunque no lo parece,
son los coletazos del dragón de las siete cabezas,
que a la humanidad, en este siglo reina,
que no quedó muerto, aunque lo pareciese.