Negro, que con lo blanco contrasta,
oscuridad, que con la luz se percibe,
limpieza, que a la suciedad ahuyenta,
santidad, que ver tu rostro persigue
y de toda ofensa hacia ti, reniega.
 
Más mi debilidad, puede desamor
engendrar, por soberbia y cobardía.
Y renegar de ti en soledad confusa,
y ver tus ojos llenos de tristeza,
con una mirada sin ser severa,
de reconvención sin duda llena.
 
Mirada indulgente, sobre la llaga
de la culpa más honda y profunda;
que si en una hora renegué de ti,
en un instante, el desamor lloré,
con dolor pero sin angustia,
levantado, después de la caída.
 
Y el dolor se transforma en gozo,
por el arrepentimiento sincero,
la ocasión de un nuevo encuentro,
y recobrar la intimidad perdida.
 

Del poemario inédito ‘Moradas Interiores’