Continúa avanzando la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso. Me comentaba uno de sus asesores que Ayuso ya no necesita guía alguna: en contra de la imagen pública que se ha construido sobre ella, vuela sola. 

En este discurso navideño, ante el nacimiento de los belenistas madrileños, Ayuso ha vuelto a dar la de cal. Pide que no renunciemos, creyentes o no, a la cosmovisión cristiana de la historia… porque sabe, como Chesterton, que es la verdadera. 

Sólo dos puntos de atención, por lo que no le otorgamos matrícula de honor, sólo sobresaliente alto: Cristo resucitó o no resucitó, pero no resucitó “según la creencia cristiana”, doña Isabel. Resucitó y punto, porque era Dios y podía hacerlo. De otra forma, toda la cosmovisión cristiana que usted alaba no tendría sentido: si Cristo no resucitó vana es nuestra fe. 

Y también: el derecho a la vida exige suprimir todo tipo de aborto y de abortivos. Bien está que una política, por fin, hable de derecho a la vida, en medio de la algarabía que nos intenta inculcar el derecho al aborto… que tiene bemoles, la copla.

Ahora bien, esa alusión al derecho a la vida difícilmente se concilia con otras afirmaciones suyas, doña Isabel sobre el aborto, incluido el aborto en menores. El derecho a la vida exige suprimir todo tipo de aborto y de abortivos. El mercado de la muerte, que no la cultura de la muerte, ha sembrado el mundo de tabúes. Por ejemplo, casi nadie se atreve a recordar que todos los anticonceptivos que se venden hoy en la farmacia son potencialmente abortivos. Es decir, actúan antes y después. Pero así es. 

En resumen, sobresaliente alto, doña Isabel: pero no matrícula de honor. Esa nos la reservamos.