
La página de la Santa Sede no informa de ello, pero el diario de la Sala de Prensa vaticana, sí. Sin comentarios, naturalmente. A lo mejor porque el autor no quería meterse en líos o a lo mejor porque la objetividad de una página oficial así lo exige.
El resumen de la noticia de Vaticans News es este: el cardenal-arzobispo de Rabat, Cristóbal López Romero, salesiano él, ha colaborado con la celebración del sexagésimo aniversario del documento de Pablo VI sobre el ecumenismo (Nostra Aetate, es decir, En nuestra era...), con una reflexión singular: asegura nuestro hombre que los católicos deben abandonar el falso concepto de "religión verdadera y religión falsa”. Esto es bueno porque quiere decir que el blanco y el negro son lo mismo.
Según el purpurado, “ninguna religión puede proclamarse dueña de la verdad... la verdad es la que nos posee a todos”. Con todo respeto, eminencia, esto es una gilipollez de gruesas proporciones: la verdad no posee a nadie, es al revés. Son sensatos los que poseen la verdad, desde el momento en que dan con ella. Y la verdad tampoco es Dios, es una condición del único Dios que, por una parte, es omnisciente, por otra, no puede ni engañarse ni engañarnos. Pero no, la verdad no es de Dios y no posee a nadie.
¿Que no existen religiones ciertas y religiones falsas? Pues eso es negar el principio de contradicción, aquello de que una cosa no puede ser algo y su contrario al mismo tiempo. Ese principio de contradicción que, o te lo crees, o te conviertes en planta.
Vamos, que si el cristianismo es verdadero el Islam no lo es. Si Cristo es Dios, el panteísmo no lo es... y así con todo. Y viceversa.
Siempre me ha parecido que hay que respetar a todo el mundo pero no a la falsedad.









