Madrid y 13 de agosto de 1831, tal día como ayer de hace 191 años la Virgen María bajó a Madrid. Quizás porque sabía que el 13 de agosto de 1917 no podía ir a Fátima, ya que estaban presos los Tres Pastorcitos, eligió ese día para aparecerse a Sor Patrocinio (1811-1891) en el convento del Caballero de Gracia de la capital de España. Son unas cuantas las coincidencias entre la aparición de Madrid de 1831 y la de Fátima de 1917, pero de eso escribiré otro día, porque hoy tengo que contar lo que sucedió el 13 de agosto de 1831.

Hace más de 40 años que encontré por primera vez una referencia de Sor Patrocinio. Trabajaba entonces en mi tesis de Historia Contemporánea de España. Concretamente investigaba a uno de los personajes más importantes del partido progresista, como fue Pascual Madoz (1805-1870). Este hombre, que justificó desde su escaño en el Congreso de los Diputados las matanzas de los frailes, en los años 1834 y 1835, y fue el autor de la desamortización de 1855, colocó al principio de uno de los libros que escribió la siguiente frase: “El siglo XIX, que es el siglo de las luces es incompatible con la existencia de los conventos”. Pero como la Historia es la historia de la libertad y las cosas son lo que son, nada más morir Pascual Madoz, una de sus hijas profesó en el convento de carmelitas de Beas del Segura, del que llegó a ser priora.

Pascual Madoz justificó desde su escaño en el Congreso de los Diputados las matanzas de los frailes, en los años 1834 y 1835, y fue el autor de la desamortización de 1855, y colocó al principio de uno de los libros que escribió la siguiente frase: “El siglo XIX, que es el siglo de las luces es incompatible con la existencia de los conventos”

Esta era la línea de pensamiento del partido progresista durante el reinado de Isabel II (1833-1868), entre cuyos dirigentes se encontraban, además de Pascual Madoz, Salustiano Olózaga (1805-1873) y los generales Espartero (1793-1879) y Prim (1814-1870). Como historiador me pareció entonces bastante sorprendente, y mucho más me lo parece todavía hoy, que se culpara a una monja de clausura, como era la Madre Patrocinio de las desgracias de España. Es más, que la culparan y la castigaran injustamente con destierros y expatriaciones. Se pueden contar por miles los documentos que he leído de Sor Patrocinio, y con tanto como injustamente la hicieron sufrir no he encontrado la más mínima queja por su parte, lo que considero suficiente para elevarla a los altares, aunque no tuviera más méritos, que los tiene y en abundancia.

Pocos días antes de morir, cuando ya no se espera nada de este mundo y se dicen a la fuerza verdades como puños, la reina Isabel II, que tuvo en Sor Patrocinio su mejor amiga, escribió lo siguiente de ella: “He sido testigo de esto y puedo jurarlo con la mano puesta sobre mi corazón y sobre la imagen del Dios que me ha de juzgar. Contra ella se ha dicho todo lo malo que decirse puede; pero todo fue urdido por los emisarios del maldito Satanás, que, así como a los primitivos cristianos echaban los gentiles la culpa de cuantas desgracias ocurrían, así también los masones, si se encendía en España una guerra civil, si caía un ministerio, si se atentaba contra mi Real persona, si se daba algún puesto a algún personaje, enseguida gritaban por medio de la prensa impía: “Son cosas de la monja Sor Patrocinio”; y yo protesto delante de Dios y de los hombres que ella jamás tuvo parte en tales cosas, ni se mezcló nunca en cosas de gobierno ni de política. Y doy muchas gracias a Dios porque me ha conservado la vida hasta este momento en que puedo desmentir de una manera solemne todas las calumnias e imposturas que contra tan santa Religiosa propalaron los enemigos de Dios y de la Patria Española”.

Y aunque era evidente para mí, joven doctorando, que los políticos del siglo XIX habían encontrado en Sor Patrocinio el pretexto para ocultar sus propios errores, no me dejó de sorprender que la mayoría de mis colegas de Historia Contemporánea siguieran, entonces, y sigan, ahora, repitiendo los mismos tópicos y las mismas mentiras de hace casi dos siglos. Hubo excepciones honrosas sin duda, entre las que debo destacar a Pedro Voltes, catedrático entonces de Barcelona, que publicó un libro documentado sobre Sor Patrocinio.

Pero lo general era permanecer en el juicio sectario del siglo XIX de modo que admitiendo como todos admitían que Salustiano Olózaga, utilizando la fuerza armada que tenía a sus órdenes por razón de su cargo político, había raptado a Sor Patrocinio de su convento de clausura, porque la guapísima monja no se quería casar con él, el juicio que emitían sobre uno y otra era que Salustiano Olózaga era una persona cuerda, ¡Un progresista!, y Sor Patrocinio una loca.

Por todas estas razones de auténtica justicia histórica hacia quien considero uno de los principales personajes del siglo XIX, recomiendo la biografía de Sor Patrocinio, escrita por su secretaria, sor María Isabel de Jesús, que se titula Vida AdmirableEste libro, además de poner de manifiesto una vez más que la realidad es mucho más interesante que la ficción, muestra la grandeza de su protagonista, una mujer excepcional y una de las grandes fundadoras y reformadoras de España de todos los tiempos.

Admitían que Salustiano Olózaga, utilizando la fuerza armada que tenía a sus órdenes por razón de su cargo político, había raptado a Sor Patrocinio de su convento de clausura, porque la guapísima monja no se quería casar con él, el juicio que emitían sobre uno y otra era que Salustiano Olózaga era una persona cuerda, ¡Un progresista!, y Sor Patrocinio una loca

El siglo XIX fue algo más que el desarrollo de la ideología liberal-progresista que arrojó a una buena parte de la sociedad al fango del materialismo y del odio entre las clases sociales. Eso fue lo que algunos trataron de imponer a fuerza de sangre. Primero fue la guillotina de la Revolución Francesa, a la que siguieron en Europa los ciclos revolucionarios de 1820, 1830, 1848... Pero es verdad que el siglo XIX fue algo más, porque en medio de tanto sufrimiento se dejó notar la mano maternal de la Virgen María, manifestaciones que por supuesto son tan objeto de la Historia como las revoluciones liberales.

En efecto, como en su momento señalara Pío XII, nuestra Edad Contemporánea puede denominarse con toda justicia la “Era de María”, que comienza con las primeras manifestaciones extraordinarias de la Virgen en los invadidos Estados Pontificios por Napoleón, como magistralmente ha descrito Vittorio Messori en un admirable libro titulado Los ojos de María. Y a las revoluciones parisinas de 1830 le precede la primera aparición mariana moderna de la Santísima Virgen en la Rue du Bac de París. Allí a una novicia, Catalina Labouré (1806-1876), se le apareció la Virgen para recomendarle como remedio de nuestros males la devoción de la Medalla Milagrosa. Y se suele citar como continuación de la Rue du Bac, lo sucedido en la Salette, Lourdes y Fátima. Pienso que en esa relación son todas las que están, pero no están todas las que han sido.

Justo un año después de las apariciones de París tuvo lugar en Madrid una aparición de la Virgen, que en su momento fue reconocida por el Papa Gregorio XVI (1831-1846) y aprobado su culto. En este caso también la protagonista fue una religiosa jovencísima de 20 años, Sor Patrocinio, que con el tiempo se convertiría en una de las grandes fundadoras de España, pues a lo largo de su vida estableció y reformó un total de 19 conventos, en muchos de los cuales añadía un colegio para niñas pobres. Solo Dios conoce los frutos de santidad de las hijas de Sor Patrocinio, que permanecen ocultos, pero son tantos y tan grandes que algunos traspasan la clausura, así por ejemplo, nada menos que 12 concepcionistas de estos conventos ya han sido elevadas oficialmente a los altares por la Iglesia y las ha proclamado beatas, por haber sido mártires en la persecución religiosa llevada a cabo por los socialistas y los comunistas, durante la Guerra Civil.

Este fue el mensaje de la Virgen a Sor Patrocinio: “A tu solicitud y cuidado dejo el culto y la veneración de esta sagrada imagen mía con el título de Olvido, Triunfo y Misericordias

La secretaria y biógrafa de Sor Patrocinio, Sor María Isabel de Jesús, con toda sencillez, nos cuenta que el 13 de agosto de 1831 se le apareció la Virgen, estando Sor Patrocinio en el coro con toda la comunidad y en éxtasis desde las cinco a las seis de la tarde; esto es, a la misma hora y en las mismas circunstancias en las que dos años antes había recibido la llaga del costado, y en las acciones de Dios no hay casualidades…

Este fue el mensaje de la Virgen: “A tu solicitud y cuidado dejo el culto y la veneración de esta sagrada imagen mía con el título de Olvido, Triunfo y Misericordias. Ella será la consoladora del mundo y todo afligido encontrará en mí por la mediación de esta imagen, el consuelo. Al alma que rendida a sus pies me pidiese alguna cosa, jamás se la negará mi amor. Será el consuelo del mundo y la alegría de la Iglesia Católica y, por su medio, mi Hijo y yo recibiremos culto. Tú, hija mía, alcanzarás la victoria del poder de Satanás, y tu comunidad perfección en servirme”.

Sor Patrocinio escribió una novena a la Virgen del Olvido. Esta novena la publiqué en el libro Las llagas de la monja. Sor Patrocinio en el convento del Caballero de Gracia (1829-1835), en las páginas 257-281. Dicha novena vio la luz por primera vez en 1834; por lo tanto, Sor Patrocino tenía entonces 23 años, pero la escribió antes, en fecha que desconocemos. Y resulta sorprendente que siendo tan joven y sin tener ninguna instrucción académica pudiera escribir esta novena que además de su hondura teológica es de una gran ayuda para la piedad de cualquier fiel cristiano.

Cada párrafo de esta novena está sembrado de una riqueza espiritual impresionante. Veamos solo uno de ellos, que Sor Patrocinio coloca al principio para desvelarnos la grandeza y la importancia de la advocación “Virgen del Olvido”. Esto es lo que dice: “Consideremos en primer lugar, como fundamento de toda esta santa novena, que el título de Olvido, con que en ella invocamos a la dulcísima Virgen María, nuestra madre, aunque a primera vista parece impropio y sombrío, se le aplica no sin bella propiedad, aun en el sentido de mayor magnificencia y gloria para la Señora, como se ve en la oración primera de todos los días. Hay además otra inteligencia de ese mismo título, que puede servirnos de manantial de reflexiones santas, utilísimas para nuestro aprovechamiento y salvación eterna. Todas estas reflexiones, que iremos repartiendo para cada día de la novena, están recopiladas en esta expresión, en este solo pensamiento: ¿Nuestro negocio único no consiste en que seamos santos? ¿No es esto lo que el corazón de Dios quiere de nosotros? ¿Y cuántas cosas no debemos santamente olvidar para trabajar de veras en ser santos?  He aquí un sentido del título de Olvido, el más saludable para nosotros, en cuya aplicación práctica tendremos por guía, por hermoso modelo, por maestra amabilísima a María Santísima, nuestra madre, de cuyos olvidos, incomparablemente santos, iremos notando uno cada día para imitarle nosotros”.

 

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.