El pasado 2 de septiembre hubo un importante terremoto en Roma, que se les ha pasado por alto a los medios de comunicación, porque no han dicho ni “Pamplona”, pero para eso existe Hispanidad, para contar con detalle todos esos acontecimientos que son auténticos soplos de aire fresco en la vida de la Iglesia..., que es lo que ha sido este seísmo religioso.

Como les decía, el terremoto se ha producido en la Ciudad Eterna, concretamente el epicentro estuvo situado en el número 472 de Via Aurelia, en la llamada Casa de la Salle, donde desde el día 30 de agosto pasado se encontraba reunido el 92º Capítulo General de toda la historia de la Orden de los Carmelitas Descalzos, que concluirá el próximo día 14 de septiembre. Y como el epicentro está situado tan solo a 25 minutos a pie del Vaticano por su lado oeste, esperemos que por el bien de la Iglesia se hayan sentido los temblores en las dependencias de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

El jóven Abel de Jesús les cantó las cuarenta a sus hermanos mayores en pleno Capítulo General

En este 92º Capitulo General han participado 96 carmelitas descalzos de los cinco continentes, asistidos por otros once religiosos carmelitas que se ocupan del servicio del Capítulo para labores de secretaría, traducciones, liturgia, comunicación, asesoría en Derecho canónico etc.

Según sus estatutos, los 96 carmelitas que asisten a este Capítulo General lo hacen por razón de su cargo. Por lo tanto, podemos afirmar que allí se han reunido el casi centenar de carmelitas que más responsabilidad tienen en la Orden del Carmelo.

Por derecho propio, tienen participación en el Capítulo General los provinciales de toda la Orden. Por hacernos una idea, baste decir que siendo España uno de los solares más importantes del Carmelo, solo tiene dos provinciales, el de la provincia de Navarra y el de la provincia Ibérica. Además de ciertos cargos específicos, también tienen asiento en el Capítulo General los Definidores Generales, que para entendernos en términos civiles forman parte de un gabinete ministerial, con mandato en todo el mundo.

Los carmelitas celebran Capítulo General cada seis años y es el acontecimiento más importante de la Orden. En esta reunión se elige al Gobierno General de la Orden, es decir, al Prepósito General y al Consejo. En esta ocasión, para ocupar el cargo de mayor responsabilidad ha sido designado un español, el padre Miguel Márquez. Lo del padre Márquez, que había sido provincial de España y había pasado una temporada en Irlanda para aprender inglés, se veía venir, según me cuentan mis fuentes, que no puedo revelar si quiero seguir escribiendo en Hispanidad, pues el director de este periódico tiene grabado a fuego en el frontispicio de nuestra sede esta inscripción: “Antes la muerte que la fuente”.

Quien nada distinto tiene, no tiene absolutamente nada que aportar

Pero a lo que estamos, Remigia, que se nos pasa el arroz y no nos vamos a enterar de lo del terremoto. Pues resulta que los padres capitulares tuvieron la ocurrencia de introducir una novedad en esta edición del Capítulo General y cursaron una invitación a seis hermanos jóvenes para que “compartieran con los capitulares sus alegrías, aspiraciones y visiones del Carmelo y su futuro”. Y entonces sobrevino el terremoto, exactamente el 2 de septiembre, cuando intervino un carmelita de 26 años, Fray Abel de Jesús, que tras su paso por un seminario de Canarias ingresó en los carmelitas hace un par de años, por lo que no le ha dado tiempo a hacer todavía la profesión solemne, solo ha hecho la profesión simple.

Fray Abel de Jesús comenzó su intervención advirtiendo que, como los padres capitulares se iban a ocupar de las cosas esenciales, él se iba a referir solo a las cosas secundarias, que según el joven carmelita son aquellas que “planteadas por la ingenuidad de los jóvenes suelen despertar sonrisas en los frailes más sabios y experimentados: el uso del hábito, las dos horas de oración mental o el silencio en el claustro o el refectorio, por poner algunos ejemplos”.

Y según me cuentan, acabando de enunciar el temario de su intervención, se sintió una sacudida del 7, que es lo máximo que se despacha en la escala sismológica de Richter. Y a continuación los capitulares se removieron en sus asientos, cuando Fray Abel de Jesús aclaró que lo secundario no es sinónimo de poco importante, “porque lo esencial —según dijo el joven— precisa de lo secundario y lo secundario es piedra de toque de lo esencial”.

Y afirmando esto, se helaron las sonrisas de los allí reunidos, de los que el menos viejo de todos le doblaba la edad a Fray Abel Jesús. Los que le escuchaban se percataron de que además de tener más razón que un santo, les estaba leyendo la cartilla. Pero el joven carmelita ni se inmutó y prosiguió hablando de lo secundario en estos términos:

“Muchas veces, se sacrifica lo secundario a favor de lo esencial. Por ejemplo, cuando se dice que lo importante no es llevar hábito o no llevarlo, sino que la gente note que somos carmelitas descalzos por lo que somos interiormente, no por lo que portamos exteriormente. Otro ejemplo sería cuando se dice que lo importante no es hacer dos horas exactas de oración mental en la capilla, sino llevar “una vida de oración”. O, por poner otro caso, cuando se relativiza el silencio exterior, calificado de secundario, en aras del silencio interior, que es el importante. Pero, al final, como suele pasar, uno se queda con la sensación de que a uno no le queda ni una cosa ni la otra; ni hábito físico ni hábito interior, ni dos horas de oración mental ni “vida de oración”, ni silencio exterior ni silencio interior”.

 O cura o móvil. La vida del claustro exige desconexión de Internet

Fray Abel de Jesús remató su intervención refiriéndose al afán de ponerse al día para ser “modernos”, y llegando a este punto más de uno contuvo la respiración, porque se le veía venir…, y no defraudó a nadie porque vino…, vaya que si vino y prosiguió en estos términos:

“Solo podemos ser fieles al hombre de nuestra época, solo podremos dar respuesta a las necesidades de nuestro tiempo, si hacemos un verdadero y genuino sacrificio de fidelidad. Quien nada distinto tiene, no tiene absolutamente nada que aportar.

Ser moderno implica, muchas veces, una mayor y mejor obediencia a nuestros principios inmutables de vida.

Porque si hubiéramos permanecido fieles al ayuno, a la abstinencia de carne y a la oración mental, nos daríamos cuenta de que el mundo contemporáneo, tan adicto al veganismo y al mindfulness, hubiera encontrado en nosotros un punto de apoyo para su propio desarrollo humano. Seríamos hoy modernos si hubiéramos permanecido fieles. Porque, reconozcámoslo, el mundo secular está sediento de vida religiosa.

Pero mientras que el mundo ansía desconectarse de las pantallas, nosotros compramos más y más dispositivos digitales, y aumentamos la rapidez de nuestros rúters y wifis, llevándonoslos al refectorio, a la capilla, a la recreación, a la celda y hasta al retrete. Incluso en nuestras hermanas, las monjas, está entrando como novedad una realidad que al mundo fuera de la tapia empieza a producirle hartazgo [...] Y, hablando de riesgos, mi tema de estudio ha sido últimamente la relación entre internet y vida contemplativa. Fruto del estudio y mi experiencia, he llegado a la conclusión de que es imposible que la celda sea un espacio de recogimiento y oración si en ella introducimos internet. He escuchado a varios autores seculares, ni siquiera creyentes, decir que internet es contrario a la vida espiritual. Dice Nicholas Carr: «en Internet no hay ningún lugar tranquilo donde la contemplación pueda obrar su magia restauradora».

Ser moderno implica, muchas veces, una mayor y mejor obediencia a nuestros principios inmutables de vida

Pero, de nuevo, cuando planteo estos temas, me encuentro con los mismos argumentos: «hay que adaptarse a los nuevos tiempos», «eso son cosas secundarias», «si santa Teresa viviera hoy tendría Instagram…».

Pero, para los que, por suerte o por desgracia, entendemos mucho de internet, internet no es una mera herramienta, es una ventana abierta de par en par al continente más habitado del mundo, donde se responde de manera instantánea, atrayente, anónima, interactiva y adictiva a todos nuestros apetitos, incluso a los más oscuros y perniciosos.

Más nos valdría, en aras de la contemplación, salir a dar un paseo por la Gran Vía madrileña, antes de encerrarnos en el “retiro” de nuestra celda, con la única compañía de nuestro móvil o el ordenador”.

Fray Abel de Jesús acabó su intervención con este pase de adorno, pidiendo voz y representación para los más jóvenes de la Orden: “Se ha dicho que la reforma debe venir desde abajo. Pero esto no es suficiente. Los de abajo necesitamos un voto de confianza y un buen impulso de los de arriba. Tantas veces, los jóvenes nos vemos solos y un poco desamparados en nuestros ideales. Es propio de los jóvenes ser idealistas. Pero, por desgracia, a veces el descontento o la desesperanza pueden derivar en crispación, polarización o, incluso, fracaso vocacional.

Tenemos un problema en aquellas provincias en las que se ha invertido la pirámide vocacional: que los jóvenes están infra-representados y su voz no es significativa, pues sus votos nunca van a contar lo suficiente como para influir en la toma de decisiones.

Yo propongo a este capítulo una solución donde los jóvenes, pues están infra-representados, puedan plantear sus inquietudes y sus deseos, pues de su futuro depende el futuro de la Orden en Europa”.

Y ya me dirán ustedes si este terremoto no es un soplo de aire fresco porque, aunque ahora no le hagan mucho caso a Fray Abel de Jesús, en pocos años por razones biológicas, la Orden de los carmelitas estará en sus manos y en las de algún carmelita más que yo conozco. Y entonces, dejarán de hablar de las cosas secundarias y hasta de las esenciales, porque solo tendrán tiempo de ocuparse de atender a tantas vocaciones, atraídas por el estilo verdaderamente carmelitano de Fray Abel de Jesús.

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.