Los ejecutados en la etapa de Franco tenían delitos de sangre, como autores o inductores, y no hubo genocidio
Televisión Española pasa una mala racha, su audiencia se cae a pedazos cada día. Sin embargo, yo, hasta el miércoles pasado por la mañana, no había visto con claridad el motivo de tan estrepitoso descenso de telespectadores. Ya era de sobra conocido el sectarismo con el que Rosa María Mateo dirige TVE, pero ese día descubrí que la dosis de ignorancia con la que aliñan sus programas es todavía superior al sectarismo.
La mañana del miércoles, Xavier Fortes, director y presentador del programa Los desayunos de TVE, tuvo el arrojo de pisar el rabo al león después de muerto…, y arremetió contra Franco. Adoptó una pose graciosilla, para soltar un chiste sin gracia y cargó de frente contra la sintaxis, con una frase en la que no acertó a colocar ni una palabra en su sitio, lo que ya tiene su aquel, porque solo tiene cuatro su enunciado:
—"Mandaba el general bastante".
Fue así como Xavier Fortes dio paso a un ingeniero llamado Antonio Papell, al que hace ya mucho tiempo el favor de Pío Cabanillas le recolocó como periodista, y en ese oficio sigue como intruso. Antonio Papell pertenece al gremio de los que el poder les ha llevado tan en volandas, que no les ha hecho falta estudiar para opinar de lo que se tercie. Y como la ignorancia es muy atrevida, Antonio Papell soltó un par de melonadas al referirse a la Segunda Guerra Mundial, y a continuación mostró esta perla, que transcribo literalmente:
“En España se puede elogiar el franquismo con la mayor naturalidad. Cuando a mí me parece que podría calificarse de genocidio, ya no la Guerra Civil en sí misma, que fue un conflicto muy confuso, sino el asesinato, y lo digo con la palabra correcta, de 50.000 personas después de la Guerra Civil. Eso, a mi juicio es un genocidio. Defender esto, a mí me parece que debería estar, por lo menos penado”.
Desde luego que lo que Antonio Papell llama el conflicto de la Guerra Civil española es tan confuso, como el coreano o el japonés, si no se estudian. Pero matizo y sostengo que saber lo que ocurrió en la Guerra Civil Española está más a nuestro alcance que hablar esos dos idiomas orientales, porque los libros publicados sobre la Guerra Civil se cuentan por muchos miles. Y como se decía en aquel programa de la tele de mis años jóvenes: “todo está en los libros”, pero el problema es que hay que leerlos.
Todos los que fueron ejecutados tenían delitos de sangre, como autores o inductores
Antonio Papell o no ha leído nada de la Guerra Civil o, si lo ha leído, lo ha hecho con poco aprovechamiento, ya que por lo que dice no tiene ni repajolera idea de lo que ocurrió ni en la Guerra Civil ni en la posguerra.
Así es que, para empezar por su orden, podría leer lo que ha escrito un periodista de verdad como Miguel Platón, que describe clara y documentadamente lo sucedido solo en los cuatro primeros días de la guerra, a lo que Miguel Platón dedica casi setecientas páginas en su libro titulado Así comenzó la Guerra Civil. Y si le recomiendo el libro de Miguel Platón es por salvar la profesión de periodista, donde hay personas trabajadoras y estudiosas como él, que no tienen tiempo para cultivar ningún melonar.
Es más, entre los historiadores universitarios se tiene constancia del ejemplar trabajo de archivo que está llevando a cabo Miguel Platón, que desmiente la afirmación de que Franco fue un genocida que asesinó —como dice Antonio Papell— a 50.000 personas. En ámbitos académicos es de sobra conocido que Miguel Platón lleva mucho tiempo y tiene muy avanzada su investigación, en la que está analizando las 30.000 sentencias de penas de muerte dictadas por los Consejos de Guerra a partir del 1 de abril de 1939. Sigo con atención lo que está haciendo y sé que Miguel Platón está elaborando una amplia base de datos muy minuciosa, nombre por nombre, apellido por apellido, en la que se anota todas las circunstancias de aquellas decisiones judiciales.
Así es que como Antonio Papell tardará todavía unos meses en enterarse de lo ocurrido en la Guerra Civil, si es que se aplica desde ahora a la tarea, porque lo de la lectura de libros lleva su tiempo, voy a ayudarle a familiarizarse con la verdad, desmintiendo los errores en los que ha incurrido en la televisión de Rosa María Mateo.
En primer lugar, Franco no fue ningún asesino, ni provocó ningún genocidio. Los condenados a muerte lo fueron por sentencia dictada por Consejos de Guerra, que procedieron con garantías para los procesados a los que condenaron a muerte. Y conviene recordar que, por entonces, la pena de muerte estaba vigente en muchos países con regímenes democráticos. Sin ir más lejos, nuestros vecinos, los franceses, abolieron la pena de muerte en 1981.
Tampoco es cierto, como dice Antonio Papell, que muriresen 50.000 personas por haber sido condenadas a muerte. Al día de hoy, la cifra correspondiente a "ejecuciones judiciales", entre los años 1939 a 1950 es la de 22.641; este dato procede de la investigación de Carlos Fernández Santander, que proporciona los números año a año en un estudio realizado sin prejuicios. Lo que no sabemos todavía con exactitud es el número de condenas de muerte dictadas por los Consejos de Guerra. Eso lo sabremos cuando Miguel Platón concluya su trabajo, aunque de momento me ha informado que en números redondos las sentencias con pena de muerte fueron unas 30.000, de las que solo se ejecutaron 20.000, porque Franco conmutó las otras 10.000. Pero acabaremos sabiendo exactamente cuántas sentencias se dictaron, cuántas se ejecutaron y cuántas se conmutaron, porque Miguel Platón es de los que no no se dejan nada en la mesa del archivo, se lee hasta las miguitas de papel de los expedientes.
Las verdaderas víctimas fueron las personas asesinadas por los condenados en los Consejos de Guerra
El que de cada tres penas de muerte, una se conmutara, hace ver las garantías con las que se procedió en aquellos años. Según el estudio de Miguel Platón, en los miles de expedientes que ya ha consultado, se comprueba que cuando no había delitos de sangre, la pena se conmutaba. De manera que todos los que fueron ejecutados tenían delitos de sangre por haber sido autores o inductores.
Y sabemos que hubo también condenados a muerte con delitos de sangre, a quienes se les cambió esa condena por la de prisión, como le ocurrió “al matacuras”, según cuenta Alberto Bárcena en su desmitificador libro sobre el Valle de los Caídos.
Así pues, las verdaderas víctimas fueron las personas asesinadas por los condenados en los Consejos de Guerra. Y en este caso sí que sus actos procede calificarlos de asesinatos y no como acciones de guerra, porque todos los condenados a muerte les quitaron a esas víctimas la vida sin ningún juicio previo.
Y, además, otra de las circunstancias que pone de manifiesto la documentación es que muchos de los crímenes se cometieron con una crueldad tremenda. Yo mismo he contado en un artículo anterior el caso de Carmen, Rosa y Magdalena Fradera Ferragutcasas. Las tres eran hermanas, naturales de Riudarenas (Gerona) y las tres habían profesado como Misioneras del Corazón de María. Tenían respectivamente 41, 36 y 34 años. El 19 de julio de 1936 abandonaron su convento de Mataró y se refugiaron en una casa de Riudarenas, pero fueron detenidas el 25 de septiembre y las trasladadan a Cabanyes, en el término de Lloret de Mar. La noche del 26 se las llevaron al lugar llamado L`Hostalet, donde había un bosque que estaba a 7 kilómetros de Lloret de Mar y allí las desnudaron, después sus verdugos las violaron y, a continuación, las penetraron con palos por la vagina y, por último, y como muestra de desprecio a su virginidad consagrada, las introdujeron de un golpe los cañones de sus pistolas hasta la empuñadura, les desgarraron sus entrañas otra vez más y apretaron el gatillo.
Entre los expedientes recogidos por Miguel Platón, y que ha tenido la gentileza de enseñarme, se documenta lo sucedido en Cortes de la Frontera (Málaga). En los primeros meses de la guerra, al aproximarse las tropas nacionales a esa localidad, quemaron la cárcel donde había más de 100 personas. Sellaron las puertas para que nadie pudiera salir y el edifico ardió durante la noche. Cuando al día siguiente se sofocó el incendio, los asesinos comprobaron que todavía había dentro 33 personas vivas en un estado verdaderamente calamitoso. A 29 de ellos les fusilaron y a los otros cuatro les ataron a unos árboles, les rociaron con gasolina y les prendieron fuego.
Los casos recogidos por Miguel Platón estremecen, como la actuación de aquel asesino, que después de fusilar a su víctima, le corto la cabeza con un hacha y se la llevó a la viuda para la que viera… Y en otros casos, suscitan la admiración como el caso de la maestra de Hornachuelos (Córdoba) a la que se le ofreció la posibilidad de salvar su vida si gritaba ¡Viva Rusia! Se negó, y gritó ¡Viva España! y ¡Viva Cristo Rey!, por lo que la acribillaron a balazos y la arrojaron a una mina de 300 metros de profundidad.