¡Qué antipático me cae Netanyahu! Es el típico sionista no hebreo, judío agnóstico que es algo así como un cura progre: una contradicción con patas.

Pero no es tonto. El primer ministro israelí ha visitado Roma... y Giorgia Meloni, primer ministro de Italia le ha recibido con todos los honores: natural. 

Algo lógico para todo quisque... menos para  RTVE, que sigue hablando de la "ultraderechista Meloni". Por 'ultra', en el imaginario progre de nuestra televisión pública -y me temo que también en la privada- entienden antisemita y como demostración de su injuria, aluden a no se qué aliado de Meloni al que se le encontró no se qué simbología nazi, prueba irrefutable de que Meloni, es antisemita y seguramente aplaude los campos de exterminio de Adolf Hitler. Al parecer, el bueno de Benjamín no se ha enterado de qué suelo pisaba y ante quién hablaba.

Claro que el nazismo fue antisemita, pero el comunismo también y el fascismo mucho menos que ambos. Pero, sobre todo, a Meloni le ocurre lo mismo que a Santiago Abascal en España: que no puede ser fascista ni ultra, haya militado donde haya militado, porque es cristiana (no, no digo piadosa, digo cristiana; no digo una buena cristiana, digo mujer más o menos coherente con los principios cristianos) y resulta que el fascismo, que no es otra cosa deificación de la nación, ha sido condenado por la Iglesia. 

De hecho, la Iglesia condenó el comunismo, el nazismo y el fascismo. En los tres casos, sobre todo en el caso del nazismo, fue la primera en condenar las tres doctrinas totalitarias del siglo XX. En tres encíclicas: en el caso del nazismo, incluso antes de que los hiciera la comunidad judía.

Pío XI condenó el comunismo en su encíclica 'Divini Redemptoris' (1937). El mismo Papa, el mismo año, condenó el nazismo, en la encíclica 'Mit brennender Sorge', mientras el fascismo fue condenado por partida doble con una encíclica del año 31: 'Non abbiamo bisogno'.

El problema es que por las cabezas prejuiciosas de algunos corresponsales televisivos ante la Santa Sede y ante Roma, resulta imprescindible que Giorgia Meloni, por cristiana, debe ser tildada de ultra y, a partir de ahí, rasgarse las vestiduras ante el incomprensible hecho de que reciba con toda cortesía al primer ministro de Israel. Pero eso no es problema ni de Netanyahu ni de Meloni, es problema del 'cagatintas', como describía a los periodistas, con muy poco afecto, el inefable presidente argentino Carlos Menem.