No tienen más que ver al gobierno español o al gobierno Biden. Sí, a la manera gringa, don Joe no es sino un calco de don Pedro, aunque le desprecie: todo lo hacen previa consulta con los expertos y según evidencias científicas. Y cuando no cuela, actúan "alineados con Europa". En Bruselas reina la verdad, ¡oh sí!

Y a todo esto, ¿quién es científico? Quien yo, el poder, diga que lo es.

¿Quién es experto? Quien dice lo que a mí, el poder, me interesa que se diga.

¿Quién forma parte de la 'comunidad científica'? Los que yo decida que forman parte. El resto son bulo, fake... unos mindundis.

Además, la ciencia tiene sus límites. En primer lugar, sólo puede estudiar aquello que se ve y se toca. Además, la ciencia es cambiante. Lo que hoy se creía verdad mañana se sabrá mentira. La ciencia cambia de conclusiones y de paradigma, aproximadamente cada tres generaciones, no más. 

Es decir, la ciencia se ha convertido en mito y en instrumento político apriorístico. Es decir, en anti-ciencia.

Lo de los expertos todavía resulta mucho más cachondeable, dado que todos nos consideramos expertos en lo nuestro aunque concluyamos justo lo contrario de lo que concluye el experto de la casa de al lado. 

Y esto sirve para el Covid, para el cambio climático y para cualquiera de las novedades maravillossa con las que el Nuevo Orden Mundial (NOM) nos mueve como marionetas de un rincón a otro del espectro intelectual. 

Pero a nuestros políticos les resulta muy cómodo el gobierno de los expertos porque con la remisión al correspondiente Comité de Expertos (como el del Covid e Pedro Sánchez, que nunca existió) aquel que se atreva a discrepar no estará contrariando al gobierno, sino a la ciencia. ¿Comprenden?

Hemos pasado del Gobierno de los jueces -o sea, de los leguleyos- al gobierno de los expertos que como las grandes firmas consultoras de las multinacionales, siempre terminan por concluir aquello que el cliente pagano quiere que concluyan. Como todo un experto.