Una de las frases más repetidas actualmente es, al mismo tiempo, una de las más peligrosas y morbosas de todas las frases. Dice así: "Yo no me arrepiento de nada".

Y lo peor no es la frase, sino el concepto, la obstinación en defender nuestra actuación por muy deleznable que sea. Ese concepto se ha enseñoreado de todo el ámbito político español. Ningún político reconoce, no ya un horror, sino tan siquiera un error.

Además, la necesidad de arrepentimiento no es un asunto religioso, sino social: pues sin arrepentimiento no hay cambio, sin cambio no hay mejora, sin mejora no hay progreso posible... ¡Cielo Santo: no hay progresismo!

Los clásicos aseguraban que Cristo es el Dios de la misericordia, pero la misericordia necesita del arrepentimiento previo. Si no, de poco sirve. Por otra parte, si no te arrepientes de nada es porque no haces nada mal. Reflexiona: ¿seguro que no te has convertido en un perfecto cretino?