'Catecismo de la Suma Teológica', de Thomas Pègues
En una cadena de radio extraordinariamente progresista oigo una sutilísima referencia a los 1.000 años de mal olor y de falta de libertad. Sí, han acertado: nuestro comunicador, un intelectual de tomo y lomo, se refería al periodo que trascurre desde el siglo V al XV, entendido como Edad Media, o putrefacto Medievo, tiempo de oscuridad y hedor mitad por mitad, antes de que llegara la Ilustración, que abrió las mentes de los humanos hacia un futuro radiante y cuyo extremo más luminoso llegó con la guillotina -cumbre de la ilustración-, que no sólo abrió la mente sino que la seccionó del resto del cuerpo, considerado un trozo de carne inútil e insensible. Es decir, mismamente el futuro que ahora tenemos.
Y esto lo dijo nuestro locutorcete en vísperas del 28 de enero, Festividad de Santo Tomás de Aquino, un putrefacto y hediondo fraile dominico al que muchos, por ejemplo James Joyce, otro fascista, consideraba la mente más poderosa de la historia. Y eso no puede ser, claro, porque Tomás, junto a Francisco de Asís, es uno de los prototipos del hedor medieval.
Y entre ambos, testimonios, es decir, las tontunas de nuestro intelectual y la Suma Teológica, podemos tejer la actual situación del mundo, que, en efecto, oscila entre nuestro radiofonista y el doctor Angélico. Me explico: el Aquinate es el arquetipo de la verdad. Es decir, durante 19 siglos de era cristiana, y aún antes, la inmensa mayoría de los hombres han pensado que la verdad existía y que era absoluta.
Es más -aún más reaccionarios- pensaban que si era verdad, era absoluta y que si no era absoluta no podía ser verdad.
La modernidad, cúspide del pensamiento humano, como creo haber dicho antes, fue la que introdujo la duda, no ya sobre la certeza de una cuestión sino sobre la certeza de todas las cuestiones, hasta el punto de que, pongamos tras la II Guerra Mundial (otro invento de la modernidad, la guerra total, con bombardeo de civiles incluido) empezamos a confundir datos con conclusiones. Es decir, nuestro intelectual progresista considera que el hombre actual es más culto que el medieval porque recibe más datos, como si recibir más datos supusiera saber más. Sí, es cierto que un hombre medieval recibía durante toda su vida los datos que un ser humano del siglo XXI recibe durante un día. Es decir, que el hombre del siglo XXI es más inteligente y sabio que el de la mortecina Edad Media.
¡Hay que ser imbécil!
De postre, sólo de postre, recordar a todos los presentes que la Edad Media, época maloliente, como creo haber dicho antes, fue la creadora de los ayuntamientos, los parlamentos, las catedrales, las universidades, el románico y el gótico, las lenguas romances y alguna que otra quisicosa. Lo dicho: pura caverna.