• Ojo a la sucesión de matices: el Sínodo de la Familia fue un gran error, tirando a abominable.
  • Pero los tradicionalistas han sido inmisericordes con Francisco.
  • Lo que facilita que la progresía, la masonería, se aprovechen de ello para secuestrar a Francisco.
  • El Papa no es verdugo, es víctima.
  • Y aunque pretendiera clarificar que sólo se puede comulgar en gracia de Dios, créanme, no le dejarían.
  • Y es así como yo lo veo, pero no se preocupen: me equivoco siempre.
La que ha armado el decano de la Rota (y ahora entiendo lo de la Rota), el amigo Pío Vito Pinto (en la imagen). Sí, hay gente que se llama así y el asunto no es reprochable, aunque se trate de un monseñor. El máximo jefe del Tribunal de la Rota pasó por Madrid y arremetió contra los cuatro cardenales que han pedido al Papa Francisco que aclare la Amoris Laetitia en el punto sobre quién puede comulgar y quién no. Asegura don Pío que estos cardenales  han cometido un pecado de escándalo al hacer pública la carta enviada a Francisco. Probablemente, pero lo cierto es que no han arremetido contra el Papa sino que le han pedido que aclare Amoris Laetitia. Y es cierto que la macedonia mental de los católicos es grande. Ojo al dato: no sobre si los divorciados y vueltos a casar, o los arrejuntados, pueden comulgar sino, atención, atención: si la Iglesia puede permitir que se comulgue en pecado mortal. Es decir, si puede bendecir el sacrilegio. Y en estas estamos cuando el bueno de Pío Vito Pinto asegura, en presunta defensa de Francisco, y en la facultad de San Dámaso de Madrid, en concreto, a declaraciones a Religión Confidencial, lo siguiente (agárrense que vienen curvas): "una religiosa me dijo que hay personas divorciadas o que viven juntas que están comulgando. Y ¿qué debe hacer la Iglesia, decir tú sí y tú no?". Yo hubiese jurado que eso es lo que tiene que decir la Iglesia: marcar la doctrina y no violentar el Evangelio, el dogma y la tradición. Pues don Pío, o don Vito, o don Pinto, dice que no. En definitiva, está clarificando la confusión por el lado indebido: que comulgue todo el mundo, esté en pecado mortal o en gracia de Dios. Para estar más cerca del pueblo y eso… Y todo esto, claro está, porque "el Papa Francisco quiere una Iglesia muy cercana al pueblo". Oye Pío: hasta como lenguaje político, esas palabras suenan fatal. Y todo esto vuelve a repetir el esquema temido: el Papa Francisco no ha cambiado la doctrina aunque el Sínodo que convocó ha terminado por sembrar la confusión. Fue su error pero no ha sido su horror. Otrosí: los tradicionalistas tienen razón: la confusión es máxima y debería aclararse. Sólo que el Papa Francisco no puede hacerlo porque está secuestrado en el Vaticano por los progres, estilo don Pío Vito. Y aunque lo hiciera, sus palabras serían manipuladas en el maremágnum de datos e información en lo que se convierten las palabras de un Pontífice a través de Internet. Y el pecado de los tradicionalistas consiste en la altanería con la que pretenden corregir y, también -algunos, no todos-, en que han convertido la verdad en una conjura contra el Papa Francisco y eso no es aceptable. Hay que ver la parte de orgullo que alberga el hecho de exigirle al Papa una aclaración. O sea, que los peores temores se repiten: los ortodoxos, con razón pero con orgullo, piden que el Papa rectifique su error. El Sínodo de la Familia fue, en efecto, un gran error en dos etapas, tirando a abominable. Pero los tradicionalistas han sido inmisericordes con Francisco, lo que facilita que la progresía, la masonería, si lo prefieren, el Nuevo Orden Mundial (NOM) si así lo quieren, acabe por provocar un cambio en la Iglesia que los tradicionalistas piensen que es para bien… cuando será para mal. Y es así como yo lo veo pero no se preocupen: me equivoco siempre. Eulogio López eulogio@hispanidad.com