Decíamos ayer que no se puede confundir la inteligencia artificial como la estupidez natural.

La Comisión Europea, con la bandera de la Inmaculada por enseña (es que se la coló un católico francés) ha convocado a organizaciones éticas y sociales, incluso filosóficas, pero ojo no confesionales, para el debate ético sobre la inteligencia artificial.

Es curioso cómo los tonti-ateos se apresuran a censurar a los católicos (cuando hablan de confesionales se refieren a cristianos) ante el temor, supongo, de que pretenden reventa el debate.

Lo cierto es que a los cristianos formados el debate les trae sin cuidado. No le tiene ningún miedo a la inteligencia artificial (IA) En primer lugar porque saben que la inteligencia artificial no existe. Bastante cuesta, en ocasiones, encontrar la natural.

La inteligencia artificial no existe. Bastante cuesta, en ocasiones, encontrar la natural

Los cristianos formados saben que la expresión inteligencia artificial no es sino un eufemismo para vender mejor determinados avances de la electrónica. Saben que la máquina no piensa pero si nos lo ponen cómodo nos sentimos muy contentos.

Los de la Comisión Europea son un poco ‘jilis’. Y , al fondo, más ‘jilis’, amén de prejuiciosos  y sectarios, Porque tanto en la IA como en la neurociencia –la que pretenda hablar la materia inteligente (otro ente de ficción), al fondo, late el deseo de explicar el mundo sin Dios, de negar al Creador. Aún hay una tercera chorrada atea: los robots, pero no deja de ser la derivada humanoide de la IA.

Y es que agnóstico significa ignorante, pero ateo puede significar dos cosas: o tonto o malo.