En Hispanidad ya hemos dicho que lo único que nos queda políticamente incorrecto es Cristo. Sólo que ahora el catedrático de la Universidad San Pablo CEU, Gabriel Galdón, nos lo explica en su nuevo libro, titulado Infoética. Me lo he leído en un fin de semana de un tirón. Es un libo académico sí, con vestes científicas, sí, pero que, pueden creerme, se lee de una sentada y hasta con entusiasmo. Porque Galdón es un investigador científico raro: se le entiende todo.

Ningún periodista debería dejar de leer esta joya cuya tesis es que el principal enemigo del periodismo actual es lo políticamente correcto, aquello en lo que ha degenerado el periodismo objetivista, otro concepto creado por Galdón.

La lucha de Galdón contra la objetividad periodística viene de lejos y se desarrolla en dos frentes y bajo estas dos divisas: la objetividad es imposible y cuando se hace posible resulta venenosa para la verdad: se convierte en neutralidad y en manipulación informativa.

¿Cómo hemos llegado hasta lo políticamente correcto? Pues con el relativismo o supresión de la verdad (o de la imposibilidad humana para llegar hasta ella, que es lo mismo). Por eso, Galdón se apoya tanto en Juan Pablo II y Benedicto XVI, los grandes luchadores contra la supresión de la verdad, que no empezó con la tontuna marxista, sino con algo mucho más terrible: con Descartes, la revolución francesa y el modernismo, y que se resume así: nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira.

A partir de ahí nos sobrevinieron, a la raza humana en general y a los periodistas, en particular, dos tragedias:

  1. La única verdad son las sentencias judiciales, lo único que ningún ser políticamente correcto se atreve a discutir. De esta forma hemos hecho carne la muy sabia maldición gitana: tengas juicios y los ganes.
  2. El objetivo del periodismo, y con ello su naturaleza, cambió: ya no se trataba de alcanzar la verdad, sino de que no te pillen en un fiasco. Periodista: no importa que lo digas sea cierto, sino de que sea inimpugnable.

No existe el periodismo objetivo, lo que existe es el periodista íntegro

Más de Infoética, cuyo subtítulo es “el periodismo liberado de loa políticamente correcto”. Ni los hechos son sagrados ni las opiniones son libres: esto es una ‘fake News’. Ejemplo, decir que el homicidio cobarde del aborto es un derecho de la mujer puede resultar una opinión libérrima, pero es una barbaridad y una chorrada -objetivamente hablando- que atenta contra la razón y contra el sentido común. Por el contrario, la también libérrima oposición de que hay que defender la vida del hombre desde la concepción hasta la muerte natural en una opinión cierta porque es una opinión ética. Y como es correcta, resulta políticamente incorrecta.

Lo que nos lleva a una conclusión aún más atrevida: si el periodismo no es ético, miente. Los hechos son sagrados, las opiniones también, porque las opiniones pueden ser, como los hechos, ciertas o falsas. Y esto por una sencilla razón: la verdad o es absoluta o no es verdad.

“Fake news”. La verdad es que siento un gustirrinín por el hecho de que un cátedro, con el currículo de Galdón, ratifique, de forma mucho más científica y académica la idea de Hispanidad de que la alarma por las 'fake news' es exagerada e interesada. Exagerada porque las ‘fake news’, como asegura Galdón, han existido desde Adán y Eva, e interesada porque lo que late al fondo de casi todas las denuncias sobre noticias falsas o falseadas no es más que el eterno objetivo del poder por censurar al periodista. En otras palabras, por delimitar lo que se puede y lo que no se puede decir.

Cuidado, al final de lo políticamente correcto está el pensamiento único

Y en plata: resulta que, a día de hoy, lo que no se puede decir, lo único políticamente incorrecto, en el periodismo actual, es el cristianismo: resulta tan políticamente incorrecto la doctrina cristiana como el periodista católico. Y si algún colega periodista disiente de esta afirmación, no tiene más que acudir a Moncloa los viernes a la rueda de prensa del Consejo de Ministros y formularle al Gobierno una pregunta ‘cristiana’: vivirá el divertido episodio del rasgado de vestiduras progres.

Yo le pregunté un día a Mariano Rajoy, entonces presidente, qué tenía que ofrecer su Gobierno al votante católico y se ofendió muchísimo: llegó a decirme que él era católico pero que no quería que le votarán por católico. Y, en efecto, muchos hemos seguido su consejo. 

Y todo sería llevadero, sino fuera porque el pensamiento último de la lucha contra lo políticamente correcto y la falsa campaña contra las presuntas falsas noticias no son otra cosa que el umbral y el instrumento para aplicar algo mucho más terrible que lo políticamente correcto: el pensamiento único. Y ahí pasamos del drama a la tragedia.

Pero todo esto es poco y nada: lo mejor es que lean ustedes ‘Infoética’. Avanzarán mucho más aprisa hacia su ‘conversión’: no existe el periodismo objetivo, lo que existe es el periodista íntegro.