George Pell, australiano, cardenal de la Iglesia católica, depuesto por el Papa Francisco tras las acusaciones de pederastia y puesto ante los tribunales australianos. Acusación que luego se ha demostrado, en los mismos tribunales, falsa.

Pero la justicia es lenta: Pell ha pasado 405 días en prisión para, posteriormente, resultar absuelto de todas las acusaciones que pesaban sobre él. Y eso tras padecer una durísima campaña mediática.

El lunes fue recibido por el Papa Francisco, quien, repito, le había destituido y puesto ante los tribunales ordinarios como le exigían, en mi opinión injustamente, las asociaciones de víctimas. No hubo nota de prensa oficial, pero sí consta que el Papa dio orden de que se filtrara la información, con foto incluida, para que no pudiera ser interpretada como un bulo.

Volvamos a ello: la pederastia clerical existe, sí y es gravísima. Ahora bien, ¿es masiva? No, ni de lejos, muy inferior en número a la pederastia laical.

¿Ha sido utilizada como instrumento para golpear a la Iglesia? Por supuesto que sí… y exagerado hasta la náusea.

¿Poner en manos de los tribunales civiles a los sacerdotes pederastas ha sido un acierto? En mi opinión no. Ha sido un error y han propiciado injusticias como la perpetrada contra el cardenal George Pell.

La obsesión con la pederastia clerical, existente pero mínima, ¿ha servido para algo, al menos para reducir la pederastia global, que va a más, según las estadísticas? No.

Y lo peor, la pederastia era una excusa para acabar con la Iglesia. Cuando el ataque no dé para más, y empieza a terminarse la onda expansiva, el Nuevo Orden Mundial (NOM) iniciará su campaña para legalizar la pedofilia.

Ya lo ha hecho, en parte, con la inefable ayuda de Naciones Unidas y otras instituciones en la órbita de IPPF y UNESCOOMS y los grupos MAP en Facebook (personas atraídas por menores).

En definitiva, la progresía se mueve para legalizar y normalizar la pedofilia. Ya no le sirve para atacar a la Iglesia.