- "Un ser humano no pierde su dignidad por sufrir; lo indigno es basar su dignidad en el hecho de que no sufra".
- En España, faltan más obispos como el de Alcalá.
- La eutanasia no es más que un asesinato donde, al igual que en el aborto, el más fuerte se ensaña con el más débil.
- Reig se revuelve contra esa falsa misericordia que siempre termina en misantropía.
- Cuidado con quienes, incluso dentro de la Iglesia, tienden a la "declaración genérica de principios".
Monseñor
Juan Antonio Reig Pla tenía que ser. El obispo de Alcalá (
en la imagen) ha aprovechado la festividad de los todos los santos y de los fieles difuntos para
lanzar una carta pastoral sobre la eutanasia, porque "
incluso dentro de la Iglesia, se tiende a la declaración genérica de principios". Vamos, que es el momento de hablar claro.
Habla también el obispo de Alcalá de una sociedad "emotivista", es decir, que se guía por sus sentimientos menos racionales y más transitorios. Lo dicho, no dejen de leerla:
es corta, concreta y contundente.
Pla es un gran pastor: por su caridad y por su preparación. Vamos, que
es un obispo intelectual, razón por la cual algunos medios informativos le han catalogado como obispo ultracatólico, es decir, católico. Por ejemplo, Reig se comporta como un intelectual cuando se refiere al 'nuevo lenguaje' del Nuevo Orden Mundial (NOM). O cuando defiende a la sociedad como sentimentaloide (él dice emotivista) lo que siempre les lleva a ignorar todo criterio objetivo. Vamos, que caminamos hacia la ignorancia supina.
Lo cierto es que estamos ante la
eutanasia, la única meta que les queda a los progres dentro de su catálogo favorito: caca-culo-pedo-pis. Traducido: aborto,
divorcio exprés, homomonio y, ahora, eutanasia.
Reig aclara que no se trata de juzgar a las personas sino de discernir los actos buenos de los malos, cuestión harto interesante en el momento presente, donde nos hemos entregado a una
borrachera de misericordia que, paradójicamente, acaba siempre en misantropía.
Más cuestiones de la carta de Reig Pla: los enfermos que piden la muerte están pidiendo, angustiados, asistencia y afecto. Ningún hombre sereno quiere morir porque el sentido común, y hasta el mero instinto animal, adora la vida.
Reig Pla me ha recordado al olvidado estilo de
San Juan Pablo II: argumentación deductiva (ahora que estamos tan contaminados por el pensamiento inductivo, que no es pensamiento en sentido alguno). Así, recuerda Reig que el principio de justicia es más importante que el principio de autoridad del individuo, e impone que nadie puede hacer daño a otro aunque la víctima lo solicite. Ejemplo,
nadie puede ayudar a un suicida a suicidarse. En plata, traducido al caso Andrea: no se puede dejar morir de hambre y de sed a una niña
aunque lo pidan sus padres y la justicia obligue a ello. Eso no es más que la corrupción de la justicia y unos padres que se han dejado llevar por la desesperación (esto también es mío, no de Reig Pla).
En cualquier caso, San Juan Pablo II y
Benedicto XVI, en los que se apoya el obispo de Alcalá, dejaron claro que un enfermo, incluso vegetativo, debe recibir alimento y agua. Y no sólo por justicia, sino porque desconocemos si privarle de comida y agua puede hacerle sufrir a pesar de los sedantes (la mayoría de los médicos sospecha que sí)…
y no de volverle más vegetal a costa de sedantes salvajes… que tampoco sabemos si anulan el dolor, dicho sea de paso, aunque sí sabemos que provocan la inconsciencia y la muerte.
Apoyándose en Pío XII (página 11 de la carta de Reig Pla), nos recuerda la sospecha que algunos albergamos desde tiempo atrás: que los partidarios de la eutanasia, los magnates de las sedaciones bestiales, los provocadores de la muerte en 24 horas, pretenden, ante todo, que el paciente no tenga consciencia, lo que significa no poder ejerce su libertad de conciencia. Para todo, por ejemplo, para arrepentirse de sus pecados antes de comparecer a juicio. Pero esto sólo es una sospecha mía, claro está,
Reig Pla se centra en ofrecer la doctrina.
En cualquier caso, aplicar analgésicos a un terminal para que no sufra, aunque eso disminuya su defensa y pueda provocarle la muerte
no es lo mismo que matar de sedación o de desnutrición y sed. Y si tiene usted alguna duda sobre la diferencia le aseguro que los médicos no la tienen. Ellos saben distinguir lo uno de lo otro a la perfección. Otra cosa es que no quieran hacerlo.
Y por último,
hablando de muerte digna, una frase para recordar: "
Un ser humano no pierde la dignidad por sufrir; lo indigno es basar su dignidad en el hecho de que no sufra".
En resumen,
Reig Pla ha aclarado toda la sarta de mentiras con la que el Nuevo Orden mundial, vulgo progresía, vende su elixir. De muerte digna nada, sólo muerte; de derecho nada,
sólo ensañamiento con el débil; reducir el dolor sí, provocar la muerte no; ayudar al otro sí, convertirse en señor de su vida no.
Menos mal que aun quedan obispos como Reig, que aspiran a la santidad y a la sabiduría y que, sobre todo, velan por su grey. Para ello no juzgan personas, juzgan hechos. Esta es la gran confusión del pensamiento débil contemporáneo, con ejemplos a miles: atacar la homosexualidad no significa atacar al homosexual, atacar al pobre no significa
atacar al pobre, atacar la enfermedad no significa atacar al enfermo, atacar la ignorancia no significa atacar el ignorante… De hecho, suele ser justamente lo contrario.
Después de esta carta no digan que la Iglesia no habla claro: lo que ocurre es que no la escuchamos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com