• Los asesinados por aborto superan con creces a los asesinados por los fanáticos islámicos.
  • Y lo mismo ocurre con los suicidados en Occidente. En el Tercer Mundo se suicidan menos.
  • Bruselas. Al final, el problema no está en el Islam sino en tener un porqué para vivir.
  • Todas las patologías tienen un origen moral y una derivada inmoral.
  • Y sí: esto es una guerra de religión… contra una religión que no entiende de amor y sí de fanatismo, como es el Islam.
  • De entrada, empecemos con la reciprocidad.
Dejando a un lado las tontunas de los corresponsales españoles y de otros intelectuales presos del Síndrome de Estocolmo frente al fanatismo musulmán, lo cierto es que los hermanitos El Bakraoui mataron a 35 inocentes por odio a Cristo (o sea, a Occidente); el copiloto de Germanwings, Andreas Lubitz (en la imagen) asesinó a 150 inocentes porque estaba deprimido y, al parecer, no quería llorar solo en su propio funeral. Sé que los islámicos hubieran matado a muchos más, pero si sumamos todos los atentados no llegarían ni a la centésima, quizás milésima, parte de los millones de los asesinados por aborto en Occidente, por miembros de una sociedad muy libre y democrática que se siente deprimida y sin vitalidad ni fuerzas para criar descendientes, es decir, para subsistir como sociedad. Y tampoco alcanzarían, ni de lejos, a la cantidad de suicidas que pululan por el mundo satisfecho, que no por el Tercer Mundo, donde el número de auto-homicidios resulta sensiblemente inferior. ¿Por qué será? Dicho de otra forma: ¿qué resulta más peligroso: la descristianización occidental o la chifladura islámica? Con ello, naturalmente, no quiero proporcionar ni un adarme de tolerancia frente al fanatismo musulmán: no pretende minusvalorar la salvajada islámica. Y sí, esto es una guerra de religión… contra una religión que no entiende de amor y sí de fanatismo, como es el Islam. De entrada, empecemos con la reciprocidad. Claro que Occidente puede prohibir la erección de mezquitas de aquellos países que en sus territorios no dejan erigir iglesias. Además, se nos ha olvidado el principio de legítima defensa, que permite responder a la violencia con violencia hasta anular al violento, no más. Pero el problema de fondo no está en el Islam: está en la Europa cristiana que ha dejado de ser cristiana y, por tanto, ha dejado de forjar al resto del planeta. La bestialidad de Andreas Lubitz es un signo más peligroso -y menos evidente- que la salvajada de los hermanitos Bakraoui. ¿Que lo de Lubitz era una enfermedad? Sí claro, y como todas las patologías tiene un origen moral y una derivada inmoral. Eulogio López eulogio@hispanidad.com